Colombia ocupa el penúltimo lugar en dominio del idioma inglés en toda Latinoamérica, y está en el puesto cincuenta de la clasificación mundial, con un nivel calificado "muy bajo"; así lo revelan los estudios del EPI 2012 (English Proficiency Index ) llevados a cabo en 54 países del mundo, y publicados recientemente en Alma Máter, periódico de la Universidad de Antioquia.
En Medellín, por ejemplo, el 88 % de los alumnos egresan de los colegios con los niveles esperados para niños entre los 6 y los 8 años (Nivel A1, según el Marco Europeo: consiste en expresar y comprender palabras y frases sencillas sobre temas relacionados con su entorno cercano).
Alma Máter señala que entre los factores asociados a nuestra deficiencia están la falta de docentes en la básica primaria, la poca intensidad horaria, el alto número de estudiantes por aula, la escasa capacitación docente, el nivel deficiente de inglés de los profesores en general, la baja intensidad de los programas, y los problemas sociales que afectan el rendimiento de algunos alumnos.
No obstante, hay un conflicto de base que permanece invisible por la poca relevancia que parece revestir para los padres de familia y directivos de colegios y escuelas: la calidad de los profesores de preescolar.
Si tener un mal profesor de idiomas en primaria o secundaria es grave, en preescolar resulta catastrófico.
Podría citar varios teóricos -Jean Piaget, Steven Pinker, Larry Selinker- para subrayar la importancia que tiene la estimulación desde el nacimiento hasta los siete años en la adquisición (proceso inconsciente) y el aprendizaje (consciente) de una segunda lengua.
Insistimos en contratar profesores basándonos en parámetros como sus habilidades lúdicas y artísticas (importantes sin duda, pero no sustanciales), aunque sus fallas gramaticales y de pronunciación sean reiterativas. Y no me refiero a los lapsus sino a la impronta del yerro.
El error en la infancia se aprehende. En la adolescencia, con buenos fundamentos, se corrige.
Un joven, con bases firmes en el idioma inglés, al leer "Word Games " en la medalla de un campeonato, es probable que intervenga: "World Games ". (A menos que se trate de un concurso mundial de "Spelling Bee").
Un estudiante de cinco años, en cambio, tiende a memorizar, a repetir el error.
Crecemos en la falacia de que los mejores profesores sólo deben dedicarse a los niveles superiores, universitarios, en un desprecio claro por los fundamentos del proceso cognitivo. Puesto que establecen las bases, los docentes de preescolar deben ser el núcleo de las inversiones en capacitación.
Los docentes de las materias básicas (como lengua materna y extranjera) han de contar con el conocimiento suficiente para jugar, cantar, motivar, pero también para enseñar y resolver problemas de fundamentación.
Un profesor de preescolar es un moldeador de mundos. Si seguimos indiferentes ante su desempeño, nuestros hijos serán quienes paguen las consecuencias. Y con ellos, el sistema productivo del que harán parte.
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