En la centuria de los "Derechos", ¿quién habla de los Deberes? Pareciera que no existen. O por lo menos pocos hablan de ellos y a casi nadie le interesa que se los recuerden. En la minoría de edad la gente se la pasa reclamando derechos, pero no se les oye hablar de los deberes que deberían cumplir.
Por eso nos cuesta tanto convivir. No entendemos que antes que unos derechos por reclamar, tenemos unos deberes por practicar. Cuando cumplamos con nuestros deberes entonces tendremos derecho a reclamar nuestros derechos.
Solo cuando cumpla con los deberes que me obligan hacia los demás, tendré entonces derecho a reclamar mis derechos. El orden es: primero el deber y después el derecho. No al revés.
En términos de convivencia humana lo primero que debemos enseñar y aprender es que tenemos el sagrado deber de respetar el espacio de los demás: su sueño, su tranquilidad, su vida, su espacio verde, su medio ambiente, su silencio, su derecho al descanso, a su culto religioso.
Y cuando apliquemos y practiquemos a rajatabla eso tan simple, entonces sí podremos reclamar nuestros derechos: mi sueño, mi tranquilidad, mi vida, mi espacio verde, mi medio ambiente, mi silencio, mi derecho al descanso, a mi culto religioso.
Una persona en estado de minoría de edad solo piensa en que todos los otros tienen que respetar sus derechos, pero no se le ocurre que para activarlos lo primero que debe hacer es empezar a practicar los deberes que le obligan como ciudadano.
Son asuntos elementales: tengo el deber de recoger el popó de mi perro e impedir que ladre en horarios inadecuados (para tener el derecho de sacarlo a zonas comunes: parques, aceras, bulevares); tengo el deber de poner silenciador a mi moto y manejar de acuerdo con las normas de tránsito (para tener el derecho de transitar libremente por las calles); tengo el deber de respetar el silencio y descanso de las personas (para tener el derecho de trabajar y practicar un culto en zonas residenciales); tengo el deber de respetar el medio ambiente que es propiedad de todos (para tener el derecho de producir en mi fábrica). Y así, todo lo que se nos ocurra.
El menor de edad espera a que un adulto le dicte la norma y se la haga cumplir, así sea a punto de castigos. Al bárbaro le importa un comino la norma y cuando llega la autoridad, la soborna. El adulto civilizado no espera la norma ni la autoridad, solo cumple con sus deberes y después reclama sus derechos.
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