El comportamiento homosexual es un tema que sigue en el centro de grandes debates a nivel mundial. El último fue el que generaron las palabras del presidente de Estados Unidos Barack Obama.
Justo la semana pasada la Librería Editora Vaticana decidió reimprimir el documento denominado "Homosexualitatis problema", publicado en 1986 por la Congregación para la Doctrina de la Fe con el fin de definir qué comportamientos acepta y cuáles desaprueba con respecto a este tipo de prácticas. En la reimpresión admite que con los años el debate se ha vuelto más agudo pero no por eso los católicos deben descuidar los principios que defienden el concepto de matrimonio entre hombre y mujer.
Aclara que la dignidad humana va mucho más allá de la sexualidad, que no puede ser reducida solo a este aspecto y que la persona humana contiene muchos elementos que la hacen más compleja y rica.
Expone así la fundamentación bíblica -cimentada especialmente en el segundo capítulo del Génesis- de lo que significa el valor de la reciprocidad entre personas del sexo opuesto.
El hecho de que del amor entre un hombre y una mujer se pueda generar una nueva vida es una muestra de la riqueza de esta relación y de que no resulta discriminatorio el caso de que una unión homosexual no pueda generar y no deba criar a un nuevo ser. El documento cita otros pasajes bíblicos donde habla del amor entre hombre y mujer.
Sin embargo, la Iglesia no pretende faltar a la caridad y sabe que hacerlo es una reacción anticristiana con quienes practican este tipo de comportamientos y busca siempre la distinción “entre el pecado y el pecador”.
Por ello rechaza los actos violentos contra los homosexuales: “Tales comportamientos merecen la condena de los pastores de la Iglesia”, dice el documento. Ejemplo de ello fue el rechazo que hizo el arzobispo de Santiago de Chile, monseñor Ricardo Ezzati, el pasado mes de marzo cuando fue asesinado en este país el joven homosexual Daniel Zamudio. Dijo que este suceso es una manifestación de la “denigración de la persona humana que se traduce en intolerancia, agresión y violencia, base sobre las cuales no se puede construir el futuro de la comunidad humana”.
Y aunque la Iglesia desaprueba el comportamiento homosexual, reconoce que quienes siguen esta práctica pueden ser personas generosas que “se donan a sí mismas”. Pero la alternativa que ofrece no es la de la permisividad de los comportamientos homosexuales sino más bien la de “realizar la voluntad de Dios en su vida, uniendo al sacrificio de la cruz del Señor todo sufrimiento y dificultad que puedan experimentar a causa de su condición”.
La clave para abordar este tema es el de una base antropológica que entienda al ser humano en su totalidad, que defienda el concepto de familia, institución que ha sido patrimonio de la humanidad desde siempre cimentada en el matrimonio entre hombre y mujer y que no permita manipulaciones del lenguaje como “discriminación” cuando se trata de defender una institución que resulta la columna de la vida humana y la sociedad.