Ante todo son personas como usted o como yo, que se iluminaron, para que con la esperanza y la convicción de un futuro mejor para su país y los suyos, escogieran tan sacrificada y desagradecida labor.
Al contrario de lo que muchos creen o esperan, son seres de carne y hueso que piensan y sienten, a los cuales las más duras escenas de violencia e indiferencia que a diario viven, no les ha podido arrebatar su sensibilidad humana.
Personas que por su labor casi siempre están lejos de su núcleo social, no pueden compartir una Navidad o un cumpleaños con los suyos; personas que no ven nacer a un hijo o acompañar a morir a un ser querido. Ante estas ausencias, sus compañeros se convierten en sus únicas familias; esos mismos a quienes en ocasiones han visto morir en selvas o en calles de ciudades, siendo testigos de la indiferencia o la intolerancia de aquellos que todavía creen "que su destino siempre debe ser ese".
Los policías de Colombia deben portar armas de largo alcance, caso poco común en el mundo; están preparados para atender una gran variedad de situaciones por la diversidad de especialidades que abordan en su formación, entran en la inhóspita selva de nuestro país, participan de los equipos de rescate de secuestrados, trabajan en la erradicación de cultivos ilícitos, llegan a lugares que muy pocos han visitado, aquellos donde ni un candidato en plena campaña electoral llegaría. Todo lo hacen con el fin de garantizar una seguridad y una convivencia pacífica para los colombianos, aquellos colombianos que defienden aun sin conocer.
En razón de sus funciones, son los guardianes de manifestaciones públicas, teniendo a veces que soportar la arremetida de una turba enfurecida por una decisión gubernamental o judicial, esa decisión en la que ellos no tienen nada que ver, calmar un esquizofrénico en una riña o controlar los más absurdos y violentos desmanes de un grupo de desadaptados por el marcador de un partido de fútbol, que ellos no jugaron. Todo sin tocar un pelo a nadie, so pena de ser acusados de intolerancia policial.
Odiados por muchos, reprochados por otros, y en el peor de los casos vilmente asesinados. Son ellos a quienes acudimos en caso de emergencia, porque como dice la famosa frase "en momentos de peligro Dios es invocado, y los policías apreciados; pasado el peligro, Dios es olvidado y los policías despreciados".
Por eso, antes de criticar o reprochar el proceder de un policía, ponte en sus pesadas botas, y recuerda que es un ser humano como tú o como yo y que, algún día se puede equivocar o puede amanecer con un problema familiar que le impide obrar con la prontitud y la manera como quisieras.
No estigmatices, no generalices, puesto que la policía ha ofrendado muchas vidas, todo por una razón: que Colombia goce con tranquilidad y libertad.
*Secretario Junta de Acción Comunal, Poblado Centro
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