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Se jubiló el "Diablo" y ya otro anda suelto

DESDE HACE 30 años el "Diablo" se le aparece en Medellín a los conductores de motos, carros, buses y camiones que pecan en las vías.

  • Se jubiló el "Diablo" y ya otro anda suelto | Manuel Saldarriaga | Todos los días el "Diablo" reza la oración del guarda que dice:"Señor, dadme voluntad permanente para servir a mi ciudad. La fuerza de carácter para rechazar el soborno y castigarlo. (...)
    Se jubiló el "Diablo" y ya otro anda suelto | Manuel Saldarriaga | Todos los días el "Diablo" reza la oración del guarda que dice:"Señor, dadme voluntad permanente para servir a mi ciudad. La fuerza de carácter para rechazar el soborno y castigarlo. (...)
13 de marzo de 2010
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En el principio de los tiempos, el "Diablo" se daba la bendición antes de salir a la calle y se encomendaba a las ánimas del purgatorio para que lo libraran de todo mal y peligro y, en especial, de un daño de estómago para no taquear algún baño prestado.

Y es que la oficina de un guarda de tránsito en servicio está en la esquina, sobre la acera, junto al semáforo, debajo del puente o en la curva de la glorieta donde no hay ni una sola señal de inodoro a la vista.

Por eso, desde 1979, cuando Ángel tenía signos de indigestión, salía como alma que lleva el diablo hacia la casa para que la revoltura en su barriga y la congestión de gases no le causara pérdida total a un sanitario ajeno.

¿Por qué diablos?
Le decían "Diablo" porque, al contrario de su nombre, era un demonio que se llevaba el alma de las mujeres y ponía los cachos. Benjamín, compañero de la vieja guardia, cuenta que "era jodido con las colegas", caía en la tentación y les propuso ser su ángel a más de una guarda.

Hasta el final de los tiempos fue bien aventurado el patrullero 251. Cuando salía de afán y con muchos minutos de retraso hacia el trabajo, el "Diablo" aprovechaba su poder y, con solo alzar una mano, detenía a cualquier carro.

Vestido de azul se montaba a los taxis, saludaba y le indicaba al conductor la ruta que debía tomar mientras, supuestamente, inspeccionaba el funcionamiento del taxímetro.

Unas cuadras más adelante se bajaba y con el mismo pretexto paraba otro vehículo amarillo y así, de taxi en taxi, se iba yendo sin sacar ni un peso del bolsillo hasta llegar puntual al Tránsito Municipal.

El hijo del diablo
Antes de jubilarse, llegó la "plaga" a la Secretaría de Transportes y Tránsito de Medellín, que sucedería al "Diablo viejo". Nació en los 60 cuando inexplicablemente nevó en Ciudad de México; un terremoto dejó 236 muertos y dos mil heridos en Venezuela y un cohete, en el intento de colonizar el cielo y llegar a la luna, se incendió con sus tripulantes a bordo.

En 1967 nació en Colombia el sujeto que llevaría el sello de la bestia. El elegido era oriundo de Heliconia, el pueblo más salado de Antioquia, que adoró el carbón y echó fuego desde la época prehispánica hasta los años mozos de sus abuelos. De esas montañas emanaron yacimientos de agua salada que, tanto los indígenas como españoles y criollos, hirvieron en calderas a temperaturas infernales hasta evaporarla y separar la sal.

Y en 1996, Geovany recibió el llamado del Tránsito que justamente ese año, fundió por primera vez en su historia la placa 666. Desde entonces, los 526 guardas, 20 supervisores y el comandante lo llaman "Diablo" e invocan a Satanás cada vez que lo nombran porque fue el único que no le sacó el cuerpo ni se rehusó a llevar la marca de la bestia en su pecho de día o de noche.

Al principio las supervisoras lo trataron con cierto recelo. María del Carmen prefería llamarlo por el apellido en vez de pronunciar el número. Cuando María Elena, la agente 007, debía explicarles a sus guardas la misión del día que debían cumplir, al ver al patrullero 666, guardaba silencio, suspiraba y luego de sonreír con picardía, exclamaba "Diablo, ¡váyase al infierno!"

Más sabe "Diablo" por viejo...
A finales de los años 80, se le metió el "Diablo" a la finca del alcalde. En aquella época, iba adelante de los carros blindados y de las motos policiales regulando las vías de la ciudad. Lo marcó la vez que salieron casi 30 escoltas acompañando a una comitiva de políticos que se reunirían en las afueras de Medellín.

Cuando llegaron al mediodía se estacionaron a cien metros de la finca. El "Diablo" inmediatamente detectó que había carbón cerca. Se acercó a un matorral y divisó el kiosco donde el mayordomo atizaba la fogata con las carnes que acabarían con el apetito de los anfitriones y sus invitados pero no de sus escoltas.

De repente se acercó el hijo del mayordomo, un tanto bizco y bastante miope, y le preguntó "Agente, usted me podría ayudar a sacar un pase de volqueta". El "Diablo viejo" que ya tenía suficientes mañas para no vararse por nada, antes de decirle que no, miró a lo lejos, degustó el aroma de comida, escuchó a sus tripas y cayó en la tentación.

Como era el único que tenía acceso al asado, no desperdició la oportunidad para ganarse el almuerzo. El campesino terminó con los oídos endulzados y haciendo un pacto con el "Diablo". Ángel cogió el bolígrafo del bolsillo y detrás de una tarjeta personal que sacó de su billetera, le fabricó el documento especial que, a cambio de unas bandejas de carne, autorizaría a un miope sin gafas a conducir una volqueta.

Mientras le advertía que lo cuidara y no se lo mostrara a nadie hasta que tuviera la cabrilla de la volqueta en sus manos, el joven acercó la tarjeta a sus ojos y sus labios se alargaron de alegría cuando leyó: " Pase para manejar volqueta. Además, puede manejar borracho ".

"¡Pobre diablo!" exclamaron los escoltas atragantados de la risa mientras se devoraban el truculento almuerzo que el campesino intercambió por el pase pirata que Ángel escribió a mano y autenticó con la firma y el sello del "Diablo".

El mismísimo demonio
Como los demonios son ángeles caídos del cielo, era de suponerse que el patrullero 666 le tuviera pavor a las alturas y no fuera capaz de subir a la Piedra de El Peñol ni de asomarse a la ventana del sexto piso de su edificio. A diferencia de su jefe María, la agente 007, que tiene una galería de vírgenes y cristos en su pulsera, un escapulario en la muñeca, crucifijos en la oficina y oraciones plastificadas y patentadas en la cartera, Geovany no tiene imágenes ni le reza a nadie. A la única que le ruega es a su señora para que se mueva cuando salen de viaje y no tengan que parar aviones, como sucedió hace un mes, cuando llegaron tarde al aeropuerto y, como no había tiempo ni quien requisara las maletas, vaciaron el equipaje en lo primero que encontraron e ingresaron al avión con la ropa empacada en una bolsa de basura.

¡Diablos!
Hay ocasiones en que el "Diablo" suelta chispas de la dicha cuando su mujer le toca la cola, le dice "Si así es el diablo...ojalá me lleve" y luego le dedica "La hora pico" cuando lo agarra a besos.

Pero también, a veces se le sale el diablo de verdad y es poseído por un genio de mil demonios. Hace un tiempo, retornaban en moto de un paseo. Antes de ingresar al Túnel de Occidente, encontraron una fila eterna de vehículos que los detuvo. Como hacía un calor infernal y el sol los quemaba, la mujer del "Diablo" se quitó el casco para ventilarse mientras fluía el tráfico. De repente, Geovany arrancó y más adelante los paró una luz al final del túnel.

Un guarda de tránsito lo orilló, sacó su libreta, el lapicero, le anotó las placas y atentó contra el orgullo de cualquier azul en general y de este "Diablo" en particular cuando lo partió y lo condenó a pagar una multa. Yeimi, llevaba el casco en sus manos y no en la cabeza. Geovany le dio las explicaciones que no le pidieron, le juró por Dios que en todo el camino tuvo el casco puesto, le comprobó que eran colegas y ni su sello ni el abogado del "Diablo", demostraron su inocencia en el juicio final. Ese día reguló su genio y comprendió por un instante por qué le dieron dos puños en la cara, le quebraron la nariz y las mujeres le gritan ¡Pitufo regalao!, ¡Desalmado, diablo tenía que ser!

Si san Pedro es el azul del cielo que regula el paso, cuando Ángel y Geovany mueran tendrán que mostrarle sus papeles a la entrada. Y cuando lea la hoja de vida y vea que a ambos los recomienda la agente 007 y que fueron los dos diablos del Tránsito, antes de que los despachen para abajo por ser espías del tocayo del infierno, le contarán que en vida orientaron a los confundidos y recomendaron buenas rutas a los perdidos, previnieron accidentes y le entregaron su alma al servicio de la ciudad y le suplicarían a san Pedro que, como a los vendedores de los buses, los deje entrar al cielo así sea por la puerta de atrás.

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