No todo es política en esta vida. También hay deportes y sexo, diría un amigo que respira los asuntos públicos por cada poro. Su machista posición es típica de los columnistas, convencidos de que su visión de la vida es también la de la mayoría.
Están equivocados. La realidad para la gente es muy distinta y en ella la política es cosa lejana, aburrida y casi siempre corrupta. Al ciudadano de a pie no le gustan ni la política ni los políticos, con contadas excepciones.
Que esa visión de los asuntos públicos sea o no correcta y que su impacto en la sociedad sea negativo, es otro tema.
Sin embargo, el fútbol? el fútbol es asunto de todos, es una fascinación común que no conoce jerarquía o condición, al menos en Latinoamérica donde el amor al equipo de los afectos es tan fuerte como el que se tiene por la mujer.
O más, diría otro compadre, que nació para ser hincha del Santafé y, por tanto, vino a este mundo para sufrir. Está en su código genético como está en el del equipo rojiblanco perder el campeonato una y otra vez, en sucesión interminable de frustraciones.
Y sí, aunque el lector no lo crea, también tengo amigos del Santafé, como los tengo del Polo. Es difícil, es verdad, porque son complicados defectos, pero es posible con un poco de generosidad.
En fin, me desviaba. Decía que el fútbol fascina sin excepciones. En esta época es maravilloso ver cómo unos y otros, del patrón al mensajero, se reúnen para ver los partidos del Mundial, discutir sus resultados y examinar el desastre de las pollas.
Desastre digo porque este campeonato sudafricano está desafiando la lógica histórica de un juego en el que ganaban los seis de siempre.
Tres de ellos están fuera. Italia y Francia, campeón y subcampeón del 2006, se fueron a casita en primera vuelta y con el rabo entre las patas.
Y Brasil pagó abandonar sus destrezas, renunciar a su estilo, el jogo bonito , característico hasta que llegó Dunga, un patabrava que nunca supo jugar con el balón.
Cuando escribo esta nota no sé qué habrá pasado con Argentina. En un panorama desolador de juego feo y defensivo, de equipos construidos de atrás para adelante, aferrados al concepto de evitar el gol a cualquier costo, incluso el de no hacer ellos mismos goles, Messi, y esa delantera improbable de Higuaín, Tévez, Milito, Agüero y Palermo, más de ciento cincuenta dianas entre ellos, merecen reconocimiento.
Pero confieso que Maradona me hace imposible apoyarlos. Me parece de tal manera detestable, tan mala persona, tan tramposo, tan soberbio, que no soportaría verlo celebrar empeloto, como prometió si ganaba el Mundial, dando vueltas al obelisco en Buenos Aires.
Para salvarnos de semejante espectáculo, espero que Alemania haya vencido.
Me quedan España, que pretende jugar bien al fútbol y no ha renunciado a hacernos felices a los aficionados, y la garra de los paraguayos, tan cercanos a mis afectos, y de los uruguayos, que mostraron que no es posible cantar victoria sino hasta que se da el pitazo final.
Gocemos mientras podamos. El próximo domingo se nos acaba esta dicha cuatrienal.
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