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Se ordena madurar biches

  • Se ordena madurar biches | Juan José García Posada
    Se ordena madurar biches | Juan José García Posada
29 de agosto de 2010
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Se ha insistido en los días recientes en un proyecto que instituiría el contrasentido de fijar la mayoría de edad a los dieciséis años. A quienes argumentan a favor de tal iniciativa se les abona la bondad de intención: Hay que frenar la utilización miserable de menores para delinquir al amparo de su condición de inimputables. Es casi alarmante la tremenda peligrosidad del reclutamiento de niños por grupos criminales de las más espeluznantes variedades.

Pero concederles la ciudadanía a menores, con los derechos y deberes que le son inherentes, comportaría la irresponsabilidad de entregarles facultades de decisión a muchachitos que no han alcanzado a probar el dominio de la autonomía suficiente para negociar, contratar, ejercer funciones públicas y de representación popular, etc.

El exceso de garantismo ha degradado la legislación penal hasta convertirla en no pocos aspectos en un conjunto normativo de mera eficacia simbólica. A grandes males deben corresponder grandes remedios. Tienen que afinarse las investigaciones y los procesos y endurecerse las penas. El régimen de los menores infractores también debe ser más severo, menos permisivo y paternalista.

Pero un jovencito, sea de dieciséis o de catorce años, sigue siendo por naturaleza un inimputable, porque no puede responder con la plenitud de unas dotes psicológicas y mentales que todavía están en formación. Si está siendo inducido al delito por adultos de la peor calaña, no se volverá responsable por el solo hecho de que se le anticipe la edad y se le declare ciudadano. Por el contrario, la posesión de la cédula de ciudadanía podría hacerlo más proclive a seguir imitando, por su cuenta y riesgo y con la prepotencia característica de muchos adolescentes, las conductas antisociales en que antes incurría como simple instrumento.

El criterio no se adquiere por arte de birlibirloque, o porque lo mande la ley. Es esa capacidad de discernimiento para conocer la verdad y las verdades, que va obteniéndose a lo largo de la vida. No es una facultad que se adopte y se asimile de modo automático por la superación de la adolescencia y la consecución formal de la mayoría de edad. Hay adultos y ancianos carentes de sindéresis. En este país sí que abundan.

Es cierto que los niños de hoy están muchísimo más informados. Sin embargo, la acumulación constante de información no significa mejor conocimiento ni elevación cualitativa del saber, ni mejor juicio, sobre todo si reconocemos las profundas deficiencias del sistema educativo en cuestión axiológica, en formación moral y ética de los menores a los que ahora se pretende forzar a cedularse antes de tiempo, como para tener en pocos años una sociedad colmada de ciudadanos heterónomos y vacíos de valores, sólo porque una ley les haya ordenado madurar biches.

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