No tengo la más mínima duda sobre el derecho de Medellín a ganarse, si lo hubiera, el campeonato mundial de iluminación navideña. El espectáculo de luces que presenciamos desde hace medio siglo y nos alistamos para gozar en los días próximos es incomparable. Es un descreste. Muestra la energía vital de la ciudad en el mejor de los conceptos.
Ante la asamblea anual de Luces, Lighting Urban Communities International , que acaba de realizarse, Medellín brilló, tal cual se lee en la página de la Alcaldía en internet, "como una ciudad en plena metamorfosis, dinámica, moderna e inclusiva, que articula su proceso de iluminación urbana con el desarrollo de la ciudad y, sobre todo, como un instrumento de equidad social".
Pero no nos engañemos al creer que esa declaración retórica bien intencionada representa la realidad exacta. Es una expresión estimativa. Señala un ideal, un propósito de buen gobierno. Porque la luminosidad de Medellín no es plena, ni es nítida, ni es constante.
La ciudad brilla y con qué atrayente intensidad, en esta temporada y en la ruta colorida y bulliciosa del alumbrado. Mientras tanto, las sombras invaden extensas áreas urbanas. Hay calles, parques y callejones tenebrosos, por donde el espanto decimonónico del Sombrerón andaría a sus anchas si no fuera porque les tendría terror a los maleantes.
Pero además no debemos subestimar la preponderancia de las otras tinieblas: La inseguridad, la violencia que ha impuesto su régimen de intimidación en varios sectores de las mal llamadas comunas y el desempleo con la consiguiente ociosidad, madre de todos los vicios, para sólo mencionar las de mayor impacto en el estado de ánimo de los que porfiamos en vivir encantados, optimistas y, por qué no, orgullosos, de esta metrópoli sonriente, florecida, enmontañecida y colmada de innovaciones.
Subrayo la inseguridad: Para bajarle volumen al fenómeno generalizado se usa el eufemismo de la percepción , en tono peyorativo. Como si la percepción de que nos mantenemos inseguros, amenazados, mirando con recelo por donde quiera que andemos fuera una simple ocurrencia, una alucinación, una exageración paisa y no una manifestación exacta del sentido común, de lo que percibimos, es decir lo que recibimos por medio de los sentidos.
Salió en el periódico una descripción de sitios peligrosos. La relación se quedó cortísima. El riesgo de ser asaltado ronda por esos y muchísimos lugares más. Y llámesele percepción de inseguridad , o sentido común, general, de la gente, el mal es desmesurado y todavía no se garantizan atenuantes y soluciones distintos de la retórica y la discutible estadística.
Por eso, con todo y la aplaudida luminosidad ante los visitantes, soñamos con que llegue el día en que no sigamos sintiéndonos luz de la calle y oscuridad de la casa.
Pico y Placa Medellín
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