Un hombre caía de un piso 20. Gritaba desesperado: San Francisco, ayúdame. Apareció una mano que detuvo su caída y le preguntó: llamabas a San Francisco de Sales, y el hombre respondió: no a San Francisco de Asís. Entonces la mano dejó que cayera.
Eso les sucede a los taurinos. Los agarró el de Sales. Hasta el informe del Ministerio del Interior español mostró lo que se intuía: en 2009 hubo 1.848 programas taurinos, 16,88 menos que en 2008, año en el que se habían reducido 29,52 sobre 2007. No es sólo la prohibición en Cataluña.
Ante esa parte de la realidad (otra es un mundo que cambia), los argumentos se debilitan. La publicidad local invita a toros por la defensa de la vida. Sugiere que si se acaban las corridas, muere el toro. Falso. En el mundo, según Livestock in a changing landscape que editó y nos enviara la Universidad de Chicago, hay 1.700 millones de cabezas de ganado. Y no crean que son sólo vaquitas favorecidas por el Espíritu Santo.
El toro de lidia es una raza. Si se suspenden corridas, continuará pastando y poco a poco perderá rasgos como la agresividad, pero no morirá por orden de un alto tribunal. La naturaleza no sabe de constituciones.
No dicen, aunque tampoco es la discusión, que la ganadería es un grave problema. El sector agropecuario aporta más del 12% de las emisiones de gases de efecto invernadero, 80% de ellas por ganadería según The Lancet. Las emisiones pecuarias son 3,2 Petagramos (un uno seguido de 15 ceros) de CO2 equivalente año. Lógico: la crianza del toro de lidia debe contribuir con un pequeñísimo porcentaje a este daño a todos los seres vivos. En Colombia, dice el Minambiente, la ganadera es la principal fuente de emisiones.
La Corte analiza si prohibe las corridas. Algunos sostienen que es una tradición. Pero el hombre y la sociedad cambian. Antes todos cazábamos pájaros por diversión. Hoy no. Existe un giro lento pero continuo hacia el biocentrismo (diferente al antropocentrismo) que parece corresponderse con la biofilia (la filiación emocional innata de los seres humanos con los otros organismos vivos, como la definiera Edward O. Wilson en La hipótesis de la biofilia ).
Expresaba un antropólogo en este diario, que existen prácticas culturales más cuestionables que los toros o las peleas de gallos: las masacres, el desplazamiento y otros. Como si rechazar uno excluyera lo otro. ¿O hay que dejar de alimentar los animales porque hay muchos niños con hambre? Increíble.
Se llama hipocresía atacar las corridas y luego comer una punta de anca. La crítica es a la crueldad y el sufrimiento. El hombre es animal omnívoro aunque aumenten vegetarianos y veganos. Toda forma animal sobre la tierra desde hace más de 500 millones de años se ha alimentado de otras formas vivas.
Si hay animales sacrificados con sevicia, es condenable, pero es otro argumento plastilina. Cada cosa en su lugar. Y no me imagino en esos mataderos, ni cuando un hambriento campesino caza para sostenerse, palcos atiborrados de gentes vitoreando y/o bebiendo.
Algo se agita en lo social. Hay una ética conservacionista que no existía o no era tan marcada. Eso requiere respuestas más serias. Quizás tome tiempo, pero la evolución no gasta afanes.
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