Como ciudadanos de esta bella ciudad y como un periódico que ha buscado el bienestar para todos, lamentamos profundamente la tragedia ocurrida en la madrugada de ayer en la Urbanización Alto Verde, de El Poblado, donde un alud sepultó seis casas y dejó doce víctimas (tres cuerpos fueron rescatados ayer), en momentos en que muchos aún disfrutaban el sueño profundo del amanecer.
Las imágenes captadas por nuestros reporteros desde un helicóptero reflejan la dimensión de los daños causados, pero nos duele más la pérdida de vidas de gente trabajadora, en su mayoría profesionales, que buscaron un lugar más tranquilo para vivir ante la saturación por la contaminación y el ruido que agobia la ciudad en pleno corazón.
Esta tragedia, imprevista como las otras que han enlutado a cientos de familias en todo el país, nos obliga a hacer un llamado de urgencia a las autoridades de Planeación y, en especial, a las curadurías para que revisen con rigor las normas existentes en materia de licencias de construcción en zonas de alto riesgo y de reserva forestal, pues no es nuevo que El Poblado ha sufrido en los últimos años una sobresaturación de construcciones para distintos usos y ha sacrificado buena parte de sus bosques, en gran medida los colchones con los que se pudo mitigar esta tragedia anunciada.
Es imperativo, y aquí se necesita incluso la intervención del Gobierno, que las autoridades locales hagan un estudio profundo de la situación de la cuenca en la que se encuentran otras edificaciones en El Poblado y así evitar que más personas terminen sepultadas entre el lodo y las piedras que bajan de las montañas por la saturación de aguas.
La tragedia de Alto Verde no tendría por qué haberse dado si hubiera una política seria de prevención y ojalá sirva de algo este nuevo dolor para evitar que se repita. El endurecimiento de las normas debe ser algo serio y no un anuncio más que se diluye con el paso del tiempo y bajo los escombros de una nueva calamidad.
El desarrollo no es desarrollo si compromete la vida y el bienestar de la gente. Medellín ha hecho esfuerzos descomunales para conseguir mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos, pero necesita actualizar su normatividad a los retos que demanda el modernismo y la densificación que éste trae consigo.
La naturaleza no avisa, pero debemos estar en capacidad de mitigar sus efectos. Aquí es cuando hay que ser solidarios con los afectados, pero también exigentes con quienes tienen los instrumentos para impedir que Medellín amanezca de tragedia en tragedia.
Reconforta, en medio de tanto dolor, ver que la Gobernación, la Alcaldía, las Fuerzas Militares y la empresa privada, están trabajando unidos para hacer más llevadero este difícil momento y desde aquí les ofrecemos nuestros mejores oficios.
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