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Sorpresas y más sorpresas en la campaña presidencial

  • León Valencia | León Valencia
    León Valencia | León Valencia
12 de abril de 2010
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Nadie esperaba que la descomposición del Uribismo empezara tan pronto. Menos que, de predios distintos a la coalición de gobierno, saltara una poderosa fórmula presidencial.

Ni los analistas más críticos del actual gobierno se atrevían a vaticinar un impacto tan inmediato y tan grande de la caída del referendo y de la salida de Álvaro Uribe del tarjetón presidencial. Se pensaba que las fuerzas de la coalición perderían parte de su electorado y la competencia sería más interesante, pero nadie pronosticaba que el uribismo vería seriamente amenazada su continuidad en el poder.

Ha ocurrido. El fenómeno empezó en la campaña parlamentaria. La coalición de gobierno disminuyó la aplastante mayoría que tenía en el Congreso de la República. Tenía el 70% de los miembros y quedó con una representación que puede oscilar entre el 50 y el 55%. Pero la situación más dramática ha venido en las semanas siguientes.

La coalición se ha partido en tres sectores: las fuerzas que acompañan a Juan Manuel Santos, las que lidera Noemí Sanín y las que agrupa el Partido de Integración Nacional (PIN).

El círculo más cercano a Uribe está rodeando a Santos y ha emprendido una campaña de demolición de la candidatura de Noemí, orquestando una profunda división del Partido Conservador. Ha empezado por presentar públicamente el respaldo de los herederos de viejas casas conservadoras: Ospina, Gómez, Valencia. Pero aspira a que este 14 de abril, en la convención del partido, se oficialice el paso de Andrés Felipe Arias a las filas de Santos.

La respuesta de Noemí ha sido cuestionar la trayectoria de Santos y de Andrés Felipe Arias. Al primero le endilga inconsistencias y oportunismo en el campo de la seguridad democrática y la paz; y al segundo le reitera sus señalamientos de corrupción en el Ministerio de Agricultura.

A un lado ha quedado temporalmente el PIN. El reflector que todos los medios de comunicación han colocado sobre este partido, que reúne una parte de los jefes de la parapolítica, ha inhibido a los candidatos del Uribismo a vincularlo a la campaña presidencial. Los del PIN insisten en su pertenencia al Uribismo, pero nadie se atreve hasta el momento a aceptarlos en sus toldas.

Estas controversias y divisiones son, sin duda, la causa principal del estancamiento o la caída de las fuerzas uribistas. Pero hay algo más. Un ramillete de líderes y grupos independientes encontraron un camino para interesar vivamente a la opinión pública: buscaron su unidad y están haciendo una campaña libre de agravios y centrada en vender una nueva forma de hacer política. Han puesto en la retina de la opinión a dos líderes especialmente hábiles en el manejo de los medios: Antanas Mockus y Sergio Fajardo.

Tienen, además, una impecable hoja de vida, crucial en el momento que vive el país: la lucha contra la politiquería y la corrupción, la exaltación de la ética y la legalidad, la revolución cultural y educativa.

En estas dos semanas han concentrado sus fuerzas en difundir estos mensajes y en presentar una imagen positiva de la política, en abierto contraste con la garrotera que se presenta entre sus rivales.

El cambio ha sido abrupto. De un día para otro, las encuestas han dado la vuelta. Mockus ha dejado atrás a Noemí y ahora le pisa los talones a Juan Manuel Santos. El Uribismo, que alguna vez abrigó la esperanza de ganar en primera vuelta, ahora corre el peligro de ser derrotado en esta instancia por una alianza inesperada de ex alcaldes que se han arropado en la bandera del Partido Verde.

Quizás no ocurra, quizás tengamos una segunda vuelta entre Santos y Mockus, en la cual serán definitivas las alianzas políticas. Ahí se pondrá en juego la capacidad de ambos bandos para sumar fuerzas.

Mockus y Fajardo tienen menos resistencias entre los demás grupos políticos, pero también tienen menos experiencia en negociaciones. Ahí estará la prueba definitiva.

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