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Un abogado campesino

En semana trabaja el campo, cultiva y cuida ganado; el fin de semana estudia Derecho en la U. de A.

  • Un abogado campesino | Edwin Montes en actividad, cerca a Sonsón. FOTO RÓBINSON SÁENZ
    Un abogado campesino | Edwin Montes en actividad, cerca a Sonsón. FOTO RÓBINSON SÁENZ
19 de octubre de 2013
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A lo lejos se observa el pueblo, ladeado sobre la montaña. Desciende por un camino fangoso, adelante de los dos caballos y con calma descarga los bultos.

Cada quince días suben a recoger tomate de árbol en la zona baja de la montaña más alta del páramo de Sonsón, el cerro Las Palomas.

Los desata con calma y los arrima donde están los otros que revelan que la faena comenzó temprano.

Saluda y sonríe. Edwin Andrés Montes Henao reside en La Palmita-San Francisco a unos 7 kilómetros de la cabecera, veredas a las que se asciende por un carreteable en mal estado y poco empinado.

Sus palabras revelan que no es un campesino que se olvidó de las aulas. O quizás, por su juventud, que las dejó hace poco. Pero no, aún acude a estudiar los fines de semana.

Toma las riendas y se ofrece de guía para enseñar más de cerca las faldas del páramo.

Arriba, a unos 10 minutos, está su padre empacando la fruta. Es difícil seguirle el paso, pero espera.

"Se me dio la oportunidad en la Universidad de Antioquia", cuenta. En la sede Sonsón, a un kilómetro del pueblo camino a Nariño, está la edificación. Edwin estudia Derecho. Sí, quiere ser abogado para velar por su comunidad.

Un campesino abogado, porque de lunes a viernes ayuda a su padre en las tareas del campo. La tomatera está en la parte alta, pero en la finca, mucho más abajo, están el ganado y las papas. Y otros cultivos que rotan y debe atender.

"Voy en el cuarto semestre", dice, y explica que no es fácil. La exigencia es alta.

"Los profes vienen de la Ciudad Universitaria en Medellín". También se apoyan en la virtualidad.

Ahí se explica porqué, venciendo el estereotipo que se tiene de líderes curtidos por la edad, es el presidente de la Junta de Acción Comunal.

Deja las bestias con su padre, atraviesa el cultivo y sube hacia la pinera que hubo allí. Muestra la punta de Las Palomas, la mayor altura del páramo, rodeada a esa hora por la neblina aunque el día es soleado.

"Lo más difícil es lidiar con la comunidad", afirma sonriente. "Me mantengo como un loco de acá para allá. No puedo perder un minuto porque el tiempo es oro".

Tiene que hacerlo rendir. Acude a clases viernes a domingo. Se transporta en moto, por lo que no demora al bajar.

"¿Que si me quedo por allá? No. Tengo que venir a ayudarle a mi papá. Hay que ordeñar y hacer todo".

En el momento son dos cohortes en Derecho, con unos 70 estudiantes. La universidad ofrece otros programas, que varía de acuerdo con las necesidades. "Vienen estudiantes hasta de Nariño".

Son 20 horas de clases los fines de semana. Muchos de los libros de estudio son de autoría de profesores. Complementa con internet en la finca. "Con módem", aclara.

Tras un rato en la pinera, baja. Ya hay otros cuatro bultos empacados, que alza al hombro y amarra a los caballos. No demoran en coger camino abajo.

"¿Por qué estudio Derecho? Me gusta la relación que tiene con política. Es que me gusta trabajar por la comunidad. Es un modo para saber dónde ir y qué decir en alguna vuelta".

En su casa otros estudian. Su hermana anda en Medellín, donde trabaja. Los dos menores están en el colegio.

La mayoría de los muchachos de las dos veredas van todos los días hasta el pueblo, pero en La Palmita hay un CER también que atiende la primaria.

"Es una oportunidad estar en la universidad, conocer qué hay en otras partes, más allá del trabajo de nosotros".

A veces da la sensación de que viviera en un sueño, pero está muy convencido de que hay que aprovechar la posibilidad que tiene.

Baja rápido, al paso de los animales. Hay mucho pantano por el estrecho sendero, a veces con canalones a un lado, pero no es impedimento. Camina y señala una serpiente negra que se esconde apresurada entre la maleza del borde.

El páramo tendrá su abogado, Edwin, este campesino amable y sonriente que espera que la zona sea mejor cuidada para que no le saquen más madera y se preserve el agua.

Hoy sigue de acá para allá. Se afana, el carro que viene por los sacos subirá a las 2 y aún queda mucha fruta por recoger. El precio está barato y casi no cubre los costos, pero vendrán días mejores.

Toma las riendas y se pierde por el camino.

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