No se confunde con un árbol por el color. Tampoco por el material. Este bosque no es verde, ni está hecho de hojas, ni de madera, ni nació alguna vez por gracia y obra de la naturaleza. Es un bosque aéreo porque así lo nombró Ricardo Cárdenas, el artista.
Cuando hace un año Suramericana le dijo que quería una escultura para el parque que rodea su edificio, él se dedicó a ir al sitio a caminar, a observar y a dibujar. Fue en las tardes y en las mañanas de todos los días. Miró la gente ir y venir, los árboles estar, el impacto de la luz. "Todos los ingredientes".
Luego hizo muchos dibujos y prototipos porque quería una escultura que no interrumpiera el flujo de las personas, ni irrumpiera sin ninguna conexión con el espacio. "Es una obra que tiene un lenguaje común con la naturaleza y el entorno. Es penetrable". Es caminable: se puede pasar por debajo, tocar, mirar esa maraña de bosque que hay arriba, hecha de acero inoxidable, y seguir.
Bosque aéreo, además, tiene un trabajo fuerte de ingeniería. Dado el lugar en donde está (cerca a un deprimido), no podía pesar demasiado y la carga tenía que estar distribuida en toda la escultura. El resultado es una obra de tres toneladas y media, con 75 elementos: 17 soportes, uno de piso y el resto aéreos.
También se le sometió a las mismas condiciones que se le somete a un edificio: resistencia sísmica, al viento, a los rayos, al clima en general. Solo después de pasar esas pruebas se preparó el material y se construyó. "Era muy importante que el resultado final reflejara lo mismo que el prototipo, que es resultado de un dibujo hecho a mano alzada. Que tuviera esa frescura".
Fueron dos meses de trabajo antes de habitar ese espacio que desde ayer, cuando se inauguró, es suyo.
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