Ahora que empiezan a encresparse las aguas electorales, habrá que poner a los políticos colombianos bajo la protección de su patrono oficial, que, estoy seguro, muchos ignoran quién sea y supongo nunca le han rezado. Pues el patrono de los políticos es santo Tomás Moro, un personaje de la historia de Inglaterra y del catolicismo, a quien el Papa Juan Pablo II nombró como patrono de los gobernantes y de los políticos en el año 2000.
Nacido en 1477, murió decapitado el 6 de julio de 1535. Y fue el rey al que había servido como canciller, quien le mandó cortar la cabeza.
Moro no solo se opuso al matrimonio del rey Enrique VIII con Ana Bolena, sino que se negó a firmar el Acta de Supremacía (Oath of Supremacy ), que declaraba al monarca como único jefe supremo de la Iglesia de Inglaterra.
Cuentan que el día de la ejecución, tras haber enviado a su segunda esposa la camisa de pelo que usaba, se vistió con elegancia para ir al cadalso, hizo una broma con el jefe de la guardia, pidió oraciones al pueblo, dijo que moría por la Iglesia, se declaró "un buen súbdito del rey, pero ante todo de Dios", recitó el miserere, besó al verdugo, lo alentó a cumplir con su deber y él mismo se vendó los ojos y acomodó la barba. Su cabeza rodó de un solo tajo y estuvo expuesta varios días en el Puente de Londres sobre el Támesis.
Tomás Moro fue un caballero de su época. Gran humanista, de inmensa cultura, gran amigo de Erasmo. Reformador, abierto y pluralista, fue también íntegro en sus convicciones. Hondo en sus reflexiones y análisis, hacía gala de una chispa fácil para las bromas y gracejos. Precisamente, a raíz de su nombramiento como canciller del reino, Erasmo acotó, en una definición que bien podría resumir el estilo político de Moro: "En las cosas serias no hay mejor consejo que el de Moro y, si el Rey quiere divertirse un poco, no encontrará una conversación más amena que la de su canciller…".
La obra más famosa de Moro es su "Utopía ", honda sátira a la sociedad, en la que plantea el arquetipo de un mundo feliz, regido por la ley natural, en donde no tiene cabida el mal y se plantea una estructura comunista, como concepción de igualdad con base en los dictados de la razón natural.
Tomás Moro, patrono de los políticos. Tal vez reconocerlo les sirva de acicate para salir del marasmo de la mediocridad, de las acomodaciones politiqueras, de los cenagales de la corrupción y de los intereses creados en que, con las excepciones que confirman la regla, andan perdidos muchos de nuestros políticos. Santo Tomás Moro los proteja.
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