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Un viaje a Los Alpes al escuchar a Strauss

La Filarmónica de Medellín interpreta esta tarde la Sinfonía Alpina de Strauss. Un concierto de homenaje al compositor, en los 150 años de su natalicio.

  • Un viaje a Los Alpes al escuchar a Strauss | Será un concierto para los sentidos. La interpretación se acompañará con imágenes de los montes alpinos, proyectadas en una pantalla led gigante. FOTOS CORTESÍA
    Un viaje a Los Alpes al escuchar a Strauss | Será un concierto para los sentidos. La interpretación se acompañará con imágenes de los montes alpinos, proyectadas en una pantalla led gigante. FOTOS CORTESÍA
06 de junio de 2014
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La Sinfonía Alpina es el último poema sinfónico que compuso Richard Strauss. Algunos, incluso, dicen que es su obra más titánica para orquesta, el culmen de su trabajo. Tal vez no podría haber sido de otra manera. Ya había experimentado mucho. Toda la vida.

Strauss nació el 11 de junio de 1864, hace 150 años, menos cuatro días. Por eso la Filarmónica de Medellín, con músicos de la Academia Filarmónica y de la Orquesta Sinfónica Eafit, interpretará, durante todo el año, obras del compositor alemán, que también fue director de orquesta. El sábado es para viajar a Los Alpes con la Sinfonía Alpina, que se estrenó el 28 de octubre de 1915, bajo la batuta del compositor.

Carlos Duque, músico y psicoanalista amateur, explica que hay tres razones por las que Strauss es importante. Una es que exploró unos límites tonales de vanguardia, en particular en dos óperas, Salomé y Electra. "Se libera de la tradición de la música tonal que se hacía hasta ese momento. Después, regresa a la tradición, sin embargo, lo que hizo fue muy importante".

Las otras dos razones se escuchan en la Sinfonía Alpina. Una es que Strauss es de una riqueza en la orquestación "formidable". Conocía su instrumento, porque fue director de orquesta durante mucho tiempo. En la de Berlín, considerada la más importante del mundo, estuvo 20 años. Era un director de talla mundial.

Carlos señala que conocer tan bien su instrumento, la orquesta, le ayudó en la composición, porque aprovechó todos sus timbres y dinámicas. "Tiene un colorido sorprendente". Se siente en su último poema sinfónico y, quizá por ello, no pudo haberlo compuesto antes. "Es el culmen de su obra en todos los sentidos. Es como si hubiera hecho un compendio de todo su trabajo en torno al poema".

La tercera razón es que tanto en su historia como compositor, como en sus poemas sinfónicos, continúa el especialista, se puede apreciar la conjunción de la música clásica, pura o absoluta, con la que se ha llamado programática, que es la que tiene un apoyo extramusical, como un texto literario, un poema o una pintura.

En ella se cuenta una historia, expresa Atahualpa Vega, músico que toca la tuba wagneriana y el corno francés. "En el caso de la Sinfonía Alpina Strauss está narrando la historia de ascensión a un pico de Los Alpes Bávaros y dentro de la sinfonía está tratando de expresar todas las cosas que uno puede ver cuando sube".

En esta obra se ve, precisamente, esa conjunción entre la música clásica y la programática. Con la segunda hace un ejercicio descriptivo en el que el que escucha puede sentirse en ese lugar, saberse en la noche, empezar el inicio del ascenso hacia la montaña, ver la aparición del sol, oír las cascadas, el bosque, la llegada al blanco glaciar, saberse en la cima, escuchar la tormenta y luego descender y volver a la noche, otra vez.

"Se logra porque conoce muy bien —comenta Carlos— los efectos de la orquesta, sabe cómo suscitar las imágenes, usar las notas muy altas de las cuerdas, es un conocedor de cuáles timbres provocan determinadas emociones (segunda razón)".

Con la tuba, por ejemplo, que toca Atahualpa y es protagonista del poema, se siente esa tormenta, con movimientos rápidos, fuertes. También el molino de viento. Esta sinfonía utiliza instrumentos que no son comunes. La tuba wagneriana fue un encargo especial de Wagner, porque estaba buscando un sonido tenebroso, lúgubre, entre el trombón y el corno francés, y como tiene la campana hacia arriba, suena más fuerte. Por eso es tan importante en esta sinfonía.

Solo que Strauss no se queda en lo programático. Él no solo describe, y es allí donde entra lo formal de la música. El compositor hace en este poema sinfónico, dice el músico y psicoanalista, una reflexión sobre asuntos más profundos de la existencia. No es solo pasear por la montaña. Plantea ideas más profundas, preguntas, como en qué consiste eso de estar vivo.

La obra es un reto musical, porque es, afirma Atahualpa, una sinfonía de alta dificultad para cada músico. En su caso alterna la tuba wagneriana y el corno francés.

Un reto que les gusta a los 112 músicos que estarán en escena, como profesionales que son, porque se trata de hacer sentir al público que está allá, en Los Alpes, de verdad.

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