Después de 14 años sin ninguna noticia tras el secuestro de su hija, ahora Dolly Castañeda solo puede soñar que esa mujer que vio vestida de camuflado en un video de la guerrilla sea ella y que pueda salir de la selva y acabar con la angustia causada por el dolor de su ausencia.
Aunque nunca dejó de reclamar en cada marcha por la libertad de Ruth Beatriz Castañeda , desaparecida en Copacabana en 1997, porque nunca aceptó opción diferente a que estuviera viva, esta madre se aferra a esa imagen que le devolvió la esperanza a su vida.
Dolly aseguró que el pasado 29 de abril, un día después del secuestro del periodista francés Roméo Langlois en Caquetá, los noticieros difundieron imágenes de un documental sobre las Farc realizado por el comunicador. Una guerrillera captó toda la atención de Dolly Castañeda . "La ví sentada, muy triste y sola... era mi hija 'Rutbia'. Yo pensaba: ¡Dios, no me vas a dejar enloquecer, he esperado 14 años y siete meses, permite que sea mi hija!", recordó Dolly de ese momento que desde hace un mes domina sus pensamientos y sueños.
En su casa, la habitación de "Rutbia" sigue intacta tras 14 años de ausencia, pero adornada con regalos de su madre por cada cumpleaños y navidades. "En septiembre pasado cumplió 41 años y le traje un computador y en diciembre una muñeca", relató Dolly.
Al verla como guerrillera en ese video, vestida de camuflado, la madre se negó a creer que su hija, a quien considera secuestrada por el frente 34 de las Farc, haya decidido quedarse en las filas de esa guerrilla.
"Si es mi hija fue obligada bajo amenazas, así como tantos secuestrados que por no pagar un rescate los obligaron a trabajar para ellos o coger un arma".
De "Rutbia", una sicóloga que tenía 27 años cuando fue plagiada el 15 de octubre de 1997 por las Farc, su familia no sabe nada. En los 14 años que han pasado nunca han recibido una prueba de supervivencia. La única señal fue una llamada en la que se identificaron como guerrilleros para exigir 600 millones de pesos por su libertad.
Desde entonces Dolly reclama su libertad todos los días. Para conseguirlo se convirtió en una de las más incansables Madres de la Candelaria, ese grupo de mujeres que por años han marchado por las calles y que cada miércoles se reúnen frente a la iglesia La Candelaria, en el centro de Medellín, para reclamar por sus secuestrados y por los desaparecidos.
Ahora se aferra a su ilusión y la promesa que le hicieron diplomáticos franceses de ayudarla a confirmar si su instinto de madre le da la razón después de ver esa imagenn
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