No queda otra posibilidad que la reversa a la insensata decisión del Ministerio de Transporte de aumentar la tarifa del peaje en la conexión vial hacia Occidente en 19%, cuando el propio Gobierno, del que hace parte este Ministerio, ya había fijado por decreto, el 23 de diciembre pasado, que los incrementos serían del 5% en las carreteras operadas por Invías, y de 3.17% (el IPC) en las que están concesionadas.
No resulta ni justo ni procedente cargarles a los ciudadanos los sobrecostos que la temporada invernal viene dejando a lo largo y ancho del Departamento y del país, y menos hacerlo de forma abrupta, de un solo golpe, como se pretendía en la vía al Mar, una zona agobiada por la crisis económica y social producto de la temporada invernal. Al ritmo que se perdieron las cosechas, se espantó el turismo en la región y todavía muchos lloran la muerte de sus familiares, por los derrumbes.
Aunque las tarifas con el inesperado incremento del 19% se lograron cobrar durante algunas horas en el peaje en la entrada del Túnel Fernando Gómez Martínez y que, en aras de la transparencia, se tendrían que devolver a quienes acrediten el pago, el tema de la infraestructura vial del país amerita serias reflexiones.
Con cada temporada invernal se desnudan las fallas en la construcción de importantes obras de infraestructura, cuando no son los escándalos en la contratación los que derrumban la confianza en lo público.
Hemos defendido la figura de las concesiones como instrumento de desarrollo, y de la participación privada como aliada fundamental de lo público, pues el Estado solo no puede con todo. Pero se hace urgente revisar algunos de los mecanismos y normas con que se han venido entregando grandes obras viales.
La premisa de "pague ahora y disfrute después" es una de tantas trabas que no permite ejecutar grandes proyectos de infraestructura con solvencia económica y sostenibilidad financiera, tan necesarias para obtener la calidad que demanda una geografía agreste e inestable como la de nuestra región y la del país.
Muchas obras en Colombia, entre ellas la vía a Occidente, no están terminadas, pero los usuarios siguen pagando unas tarifas como si lo estuvieran. Y peor, con precios que en algunos casos superan el promedio de América Latina y del mundo. Un usuario de la vía Bogotá-Villavicencio, por ejemplo, paga hasta tres veces lo que un conductor entre Washington y Nueva York. Sin contar que tenemos también una de las gasolinas más costosas de la región.
Pese a que los peajes operados por Invías y los concesionarios tienen una tarifa adicional de 240 pesos por vehículo para financiar los programas de seguridad en las carreteras, ese mayor costo no puede trasladarse a todos, vía precios de combustible, fletes y alimentos.
La tragedia invernal y la declaratoria de calamidad pública en que está el país se superan con sensatez y solidaridad. No con improvisación ni cargándoles la mano a quienes, precisamente, más sufren los rigores de tantas equivocaciones juntas.
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