El asunto empieza a tomar forma por el aroma. A grano molido. A veces fuerte, siempre intenso. Es el café, una de las bebidas predilectas para hacer una pausa creativa.
La disculpa para estudiar o conversar. Así lo piensa Juan Esteban Sanín, quien se conoce la mayoría de sitios de la avenida El Poblado, a los que va para encontrar un buen café, y aún más, tranquilidad.
Él aprecia que le cuenten una historia, de dónde viene el café que toma, y que además se lo sirvan en una taza de vidrio, quizá, listo para beberlo a sorbos.
Se lo toma sin azúcar. Aprecia el sabor, sin duda, pero también el servicio. Odia la despersonalización de algunos locales, en los que hay que hacer fila para tomar el vaso, y "¡el siguiente, por favor!".
A Juan Esteban le gusta que no se confundan los formatos. Si es expreso corto, pues que sea "el verdadero", y por eso le gusta ir a lugares donde se toman el trabajo de prepararlo ajustado al estándar.
Lo que se cumple en el Café Arangos en el hotel Estelar, en la avenida El Poblado, un lugar en el que es posible conocer "desde la trilla hasta la taza", dice Juan Arango, gerente del café Arangos y propietario del coffee house , tal como se conoce a este tipo de formatos.
En su local es posible degustar diez tipos de expreso, o seis tipo de capuchino, y algunas modernas combinaciones de batidos con frutas.
Lo mejor es que un buen día es posible degustar un producto cosechado en Támesis, Valparaíso, Ciudad Bolívar o El Retiro, entre otros. ¿El mejor? Eso dependerá del gusto de cada cual, dice salomónicamente Juan.
Lo importante es que "el visitante se sienta y se goce el café. Así sea uno al día". Con goce, añade, porque tomar café se volvió un agite por la velocidad con que se vive, remata.
En un bosque
Otro lugar en el que bien puede cumplirse el rito de beber una taza de café sin afán es en el Café del Bosque, del Jardín Botánico, que además se extendió al parque Explora, como novedad.
El nombre, recuerda el viejo "Bosque de la Independencia", y el espacio está metido entre un oasis verde que identifica a la ciudad.
Dice Pilar Velilla, directora del Jardín Botánico, que la idea es abrir un espacio "casual", con pastelería fina y el sello gastronómico de InSitu, pues aquí también se puede comer el menú del día o la parrillada.
Aquí un capuchino se degusta desde los $2.800, y el que más piden, incluso los niños, es un granizado de café, que es refrescante y guarda el sabor del grano. Un pecado: lo calórico, dice entre risas, Pilar.
¿Y en casa?
Carolina Farfán, barista de Café Devotion, que debuta en Medellín, recomienda que el café debe tomarse fresco, sin importar el tipo de preparación que se haga.
Ni siquiera acepta que se prepare y se deje reposar un lapso de dos horas. Lo mejor es hacer las porciones que se van a degustar.
El que usted compra molido en el supermercado debe conservarse en la nevera, en tarro hermético, y aislado de lo que lo pueda contaminarlo.
"El café se oxida y tiene grasa, y si le dan los rayos de Sol a mi libra de café, pues se daña", agrega. Si no puede dejarlo en la nevera, consérvelo en un lugar frío y oscuro, por lo menos.
El café revela mejor sus atributos y concentra sus aroma mejor en un expreso, anota la barista, aunque no es un pecado echarle leche. Pero eso sí, prefiéralo sin azúcar porque puede cambiarle el sabor.
En casa o en el café de su preferencia, por lo menos degústelo sorbo a sorbo. Sin afán.
Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6
