Fui a mediados de la semana a visitar a mi tío, el padre Nicanor, y a decirle si podía ir el 7 de agosto (es decir, hoy) a celebrar con él la festividad patria y a acompañarlo a ver, junto con Mariengracia, la ceremonia de posesión del nuevo Presidente.
Era una estratagema perfecta para jalarle de la lengua y ponerlo a hablar no sólo de Juan Manuel Santos, sino también del, a partir de hoy, ex presidente Álvaro Uribe.
-Ni creas, muchacho, que voy a caer en la trampa de hablar de política. Hay dos momentos del día que son sagrados: el amanecer y el ocaso.
-El amanecer de Santos y el ocaso de Uribe, quiere usted decir.
-Sí, y como todo ocaso tiene su pudor, y todo amanecer su expectativa, definitivamente no quiero que vengas el 7 de agosto.
Además, el fin de un reino y el nacimiento de otro son ocasión propicia para meditar sobre la vanidad y la inútil inmortalidad de los famosos. Por eso quiero estar solo.
-Ya sé para dónde va usted, tío. Pero yo no quiero sermones ni pláticas. Ya conozco su discurso: "Vanidad de vanidades?".
-"? Y todo vanidad." Pues sí. Este sábado voy a leer " El Eclesiastés ". Ya te he contado que cuando empezamos a estudiar griego, en el seminario, nos hacían aprender esa frase de memoria, que estaba en la primera lección de la Gramática Griega, de Goñi, que recordarán los curas viejos como yo. Todavía no se me olvida el trabalenguas que resultaba: "Mataiotes mataioteton, kai panta mataiotes".
-Perdone, padre, pero a usted de qué le sirve saber griego, si no es que, hablando de ocasos, con los años, esa frasecita con la que usted chicanea tal vez sea el único rastro que le queda de la eterna Grecia.
-Ríete de mi decadencia, muchacho, a la que tarde o temprano vas a llegar, si Dios te da vida y salud.
-Perdone, padre, si lo ofendí. No fue mi intención.
-No te preocupes. A los viejos nos hace falta sentir los agotamientos propios de los años y olfatear el incienso quemado de la vida, sentir sobre la piel y en el alma esa luz tibia, casi fría, de los ocasos.
-Que es la luz que, según usted, empieza a cobijar el imperio de Uribe que hoy termina.
-Sabes que me pareció insípido y como de mero cumplimiento el mensaje que Álvaro Uribe dirigió al país el jueves en la noche. Se ve que no le es fácil hacer mutis por el foro.
-O será, tío, la orfandad de la fama, la ausencia de la gloria, la pérdida del poder. Lo viven todos los poderosos, los reyes y gobernantes, los famosos.
-Es el "inútil premio de la inmortalidad", de que habla un poeta chino.
O lo que recuerdan los versos de Calderón de la Barca, que se recitan casi como una oración: "¿Qué es la vida? Una ilusión,/ una sombra, una ficción./ El mayor bien es pequeño/ que toda la vida es sueño/ y los sueños, sueños son".
-Usted y " La vida es sueño ". Recuerdo que hace ya bastantes años usted me recitaba de memoria grandes trozos del drama de Calderón. Me temo que ya no sean sino susurros entrecortados balbucidos en el ocaso. Todo se olvida, padre Nicanor.
-"Lo mejor del recuerdo es el olvido", dice un bello verso del poeta español Manuel Alcántara. Como sea, muchacho, quiero estar solo el 7 de agosto. Me gusta el aroma de la fugacidad, ese olor a incienso quemado, a cirio apagado todavía humeante, que dejan las cosas, los hombres, los hechos. " Vanitas vanitatum et omnia vanitas ".
También suena bello en latín.
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