Al joven le propinaron, el domingo en la tarde, una puñalada mortal por despojarlo de una bandera de un equipo de fútbol. A la menor, ayer muy temprano en la mañana, la esperaron en su ruta al colegio y le dispararon dos veces. Ambos tenían 16 años y eran estudiantes. Vivían en barrios populares del noroccidente y del oriente, pero fueron agredidos en zonas centrales de Medellín.
No hay detenidos y la Alcaldía ya ofreció 20 millones de pesos, en cada caso, para dar con los responsables. Aunque la tasa de homicidios continúa a la baja, enero ha sido inquietante: van 60 homicidios en Medellín (en todo enero de 2013 fueron 91) y ya son 92 los homicidios en el área metropolitana.
El gobierno municipal y los comandantes de Policía pretenden rebajar a entre 20 y 24 homicidios, por 100 mil habitantes, los indicadores locales, que en 2013 descendieron a 38.
Ello significa un esfuerzo combinado en las estrategias operativas, entre las cuales los cuadrantes son la gran apuesta policiva, pero también se requiere un énfasis sostenido de “cambio ciudadano y cultural” de respeto a la vida en todas sus manifestaciones.
La muerte de los dos jóvenes, en abiertas situaciones de intolerancia -sin antecedentes criminales y aun si los tuviesen-, y el asesinato el 12 de enero de un cantante de rap de 14 años, quien habitaba en el sector occidental Eduardo Santos, integrante de un colectivo cultural, desdicen de esa transformación urbana que debemos seguir buscando para evitar violencias y muertes absurdas.
A todos nos tienen que conmover y preocupar los asesinatos de chicos que apenas empezaban sus vidas, y en quienes debemos, a tan temprana edad, presumir inocencia y ganas de salir adelante en sus hogares. “Medellín, todos por la vida”, debe ser, además de un admirable lema oficial, una actitud general y consciente de respeto de los derechos de quienes aquí residimos.
Uno de los principales detonantes de la violencia en las calles es el porte ilegal de armas. Se detecta en los múltiples robos a mano armada, muchos de ellos grabados o fotografiados por la gente que, impotente, ve cómo los delincuentes sacan pistolas y revólveres, a plena luz del día y en cualquier lugar, para cometer ilícitos que van desde el hurto simple hasta el sicariato más sofisticado.
Entendemos el gran y coordinado esfuerzo de las autoridades para poner a raya a los criminales. Tanto de los gobiernos locales del Valle de Aburrá como de la Policía Metropolitana, hemos conocido sus planes y metas para 2014. Frente a períodos más aciagos, como la década de los noventa, Medellín y su área metropolitana muestran avances significativos en seguridad.
Pero las actuales circunstancias -en especial de percepción ciudadana- siguen exigiendo respuestas más contundentes y eficaces frente al espectro general de delitos y delincuentes, aún tan activos.
Las muertes de estos menores no pueden seguir un recorrido de impunidad e indiferencia. Son nuevas alertas sobre la gigantesca tarea que nos sigue retando como sociedad, en el afán de encumbrar el respeto a la vida, en especial la de los niños y los jóvenes.
Este debe ser un año crucial para desactivar el circuito delincuencial y de violencia. Sobre todo hay que impedir que conflictos a veces tan domésticos deriven en acciones tan letales y desastrosas para cientos de familias. Y volver sobre la idea de que cada muerto debe ser el primero y no parte de una mera y fría estadística.
Condenamos esta violencia absurda, en especial contra los menores
Por Iván Darío Sánchez Hoyos
Secretario de Seguridad de la Alcaldía de Medellín
En primer lugar, es supremamente dolorosa esta violencia contra los menores y los niños, víctimas de actitudes que podemos considerar absurdas.
El ejemplo del jovencito hincha, asesinado el domingo, pone de nuevo sobre la mesa el tema de las barras y del fútbol, que no puede pasar de ser un juego, un deporte y una fiesta en familia, a una tragedia que sigue provocándonos estas muertes por camisetas y banderas. Es más doloroso que sea un menor, pero es igual de grave que sea esta violencia permanentemente asociada al fútbol. Es inaceptable.
Estos casos los maneja la mesa de convivencia del fútbol y lo ocurrido debe ser tenido en cuenta. Son situaciones que no podemos dejar pasar, así no más, y menos en un gobierno municipal empeñado en velar por el derecho fundamental a la vida. Sea un partido con equipos de fuera o en los clásicos locales.
Estamos trabajando en otros frentes: jornadas complementarias, las UVAS e inversiones en educación y Medellín para la vida, en pro de un cambio cultural.
Los otros dos casos nos ponen retos a todas las instituciones, de gobierno y policía, y hacemos un llamado a los actores de la violencia urbana, y a la ciudadanía, para evitar los homicidios, pero en especial para respetar a los niños.