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VOTO OBLIGATORIO: ¿DEMOCRACIA FORZADA?

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    VOTO OBLIGATORIO: ¿DEMOCRACIA FORZADA? |
06 de octubre de 2014
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Con la aprobación en primer debate del voto obligatorio en Colombia, me pregunto si la obligación, so pena de multa, es la solución ante tanta apatía electoral.

Vivo en un país (Perú), donde el voto es obligatorio. El pasado domingo fueron las elecciones de alcaldes y creo, desde lo que se vive aquí, que obligar al ciudadano a sufragar es imponerle el ejercicio de la democracia, que debe ser, ante todo, libre.

No me gusta la abstención, pero obligar a los ciudadanos a votar, puede traer consecuencias aún peores.

El censo electoral se divide entre quienes votan y aquellos que se abstienen. Si los potenciales abstencionistas dejan de serlo por el hecho de que están obligados, su motivación a la hora de sufragar, más que elegir el candidato más preparado, será el de evitar una multa y esto le quitará legitimidad al ejercicio libre de su elección. Y el voto de ellos, hecho sin conciencia o con muy poca, será lo que decida el futuro de un país. ¿Eso es democracia?

Aquí en Perú el pasado sábado, antes de las elecciones para alcaldes, muchos aún no tenían escogido ni menos estudiado, su candidato. Pero lo que sí sabían era que tenían que votar -aunque no faltaba quien dijera “prefiero pagar la multa”, porque puede hacerlo y no confía en las instituciones-.

Volvamos a Colombia. Tomo como ejemplo a los habitantes de la isla de Barú, en el caribe, que este año se abstuvieron de votar como protesta por el olvido en el que están: “Sin agua, sin carretera y sin educación, Barú no participa en la votación”, fue el mensaje que algunos exhibieron en pancartas. ¿No será mejor cubrir sus necesidades básicas antes que forzarlos a un patriotismo falso?, más obligatorio debería ser que el Estado asista a esta población…

El voto obligatorio, en un país como el nuestro, abriría más puertas a la corrupción. ¡Cuántos candidatos más sacarían provecho de la gente poco formada -aquellos que se abstenían cuando era voluntario- para seducir a los electores con campañas mediáticas!

Y aunque, repito, la abstención no es buena para un país, creo que es más democrático que vote a conciencia solo la mitad del censo electoral a que vote la totalidad del mismo pero bajo presión.

Lo que sí vale la pena es invertir en campañas que motiven a sufragar (recuerdo aquella del 2002 que decía “vamos todos a votar”) o aumentar los incentivos para los electores. En 1994 la abstención en la primera vuelta presidencial fue del 74 por ciento. Este año fue del 60 por ciento, aunque aumentó con respecto a la de 2010 (51%). Son cifras altísimas pero evidencian que el ciudadano vota cuando confía y cuando ve una luz de esperanza, así sea tenue.

La solución no está en una democracia forzada sino en la legitimidad de una institución que genere confianza y muestre al ciudadano que su voto hará la diferencia. Estamos muy lejos de esto. Pero el voto obligatorio haría que este sueño sea aún más utópico.

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