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No era que se hubiera quedado sin palabras, sino que no había una para nombrar lo que le estaban haciendo. Mientras la violaban, Yoon Su Ryun, una norcoreana de 30 años podía, por ejemplo, pensar en la palabra hija: en la suya. Sola, en su casa, permanecía detenida en el centro de Kuryujang bajo el delito de contrabando y con un guardia encima. Este tampoco decía nada. “No dijo ‘te voy a asaltar’, solo se quitó los pantalones y saltó sobre mí”, recuerda Ryun.
La razón de ese silencio es que en Corea del Norte no existe la palabra violación, a pesar de que el informe de Human Rights Watch (HRW) revelado esta semana, reseña que el abuso sexual está prácticamente integrado a la institucionalidad de ese país y es cometido sistemáticamente por funcionarios de alto rango, guardias, interrogadores de cárceles, entre otros miembros del aparato estatal.
Ryun, quien en 2014 logró huir a Corea del Sur, es una de las 54 coreanas y 8 exfuncionarios exiliados que la ONG consultó para elaborar el informe. Todos salieron del país tras la llegada de Kim Jong-un, actual líder de Corea del Norte.
No obstante, HRW señala que el aparato que amparaba el abuso sexual venía desde antes, y pasaba tan a menudo “que nadie piensa que sea un gran problema”, como lo relata Oh Jung Hee, una exvendedora de ropa de 40 años de edad de la ciudad de Hyesan, en el norte del país.
Ella y su esposo tampoco hablaban al respecto cada noche, cuando ella volvía del trabajo. Hee cuenta que “ni siquiera nos dábamos cuenta que estábamos enojados. Pero somos humanos y lo sentimos. Así que a veces, de la nada, lloras por la noche y no sabes por qué”.
El informe enfatiza que estos abusos están mediados por la condición de poder de hombres sobre las mujeres en la sociedad, y que la búsqueda de ingresos económicos de estas –a través del comercio, que ha convertido a muchas en el sustento de sus familias a partir de la hambruna del 90; o del contrabando hacia China– las pone más en riesgo.
“Norcorea depende casi por completo de alimentos y materias primas de China. En esa frontera se mueven economías legales e ilegales y gente que quiere escapar de un régimen absolutamente hermético”, explica Enrique Posada, experto en política de Asia y docente de la Universidad Jorge Tadeo Lozano.
Las detenidas en estos intentos de escape también son objetivo de abusadores. El Instituto de Corea para la Unificación Nacional (Kinu), grupo de Corea del Sur especializado en investigaciones sobre su vecino del norte, realizó entre 2010 y 2014 una encuesta con 1.125 norcoreanos que migraron entre 2010 y 2014, y el 38 % de los consultados dijo que en los centros de detención el acoso y la violación era común.
Según los datos 33 mujeres encuestadas fueron violadas, 51 vieron abusos en las instalaciones y 25 escucharon sobre esos casos. El vicedirector para Asia de HRW, dijo que “omnipresente y sistemático son dos palabras que tienen que estar en primer plano para abordar este problema”.
En 2014 la Asamblea General de Naciones Unidas condenó a Corea del Norte por crímenes de lesa humanidad, entre ellos violaciones sistemáticas y abortos forzados. Sin embargo, según el experto en derecho internacional, Ricardo Abello Galvis, aunque el país esté sometido a normas obligatorias para todos los Estados, “los mecanismos para que se respeten estos derechos son más políticos y económicos que jurídicos”.
Y en ese campo, el de la diplomacia, lo que se está dando en los últimos meses es un afianzamiento de relaciones políticas entre Corea y occidente, una disminución de la tensión con Estados Unidos. Posada opina que “los derechos humanos no son una prioridad en el acercamiento entre Trump y Kim Jon-un”. El riesgo es que los intereses geopolíticos lleven a que el otro silencio sobre el abuso sexual en ese país sea el del mundo
Periodista de la Universidad de Antioquia. Creo que es bello dedicarse a leer el mundo, a buscar los trazos que dan forma a esa figura punteada. Creo en los párrafos borrados, en las conversaciones obsesivas, en las palabras que buscamos y, a veces, encontramos.