Brasil lleva más de dos semanas en las que los reportes de incendios forestales en la selva amazónica han aumentado. Al punto que en la tarde del lunes São Paulo quedó cubierta del humo procedente de los incendios ocurridos en la cuenca del Amazonas.
La ciudad anocheció dos horas antes de lo esperado inmersa en un vaho gris que tapó la luz del sol. A las 3 de la tarde ya la oscuridad se apoderaba del centro financiero brasileño.
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Pero lo que sintió São Paulo es solo una consecuencia de algo mucho más grave: la quema desmedida de árboles en la selva Amazónica, el pulmón verde del mundo.
Según indicaron fuentes de ese país, hace 17 días se dispararon los incendios forestales, aparentemente causados por el hombre, y el fuego se ha ido expandiendo. Una situación que se agrava por dos motivos.
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El primero, que la región atraviesa un periodo de sequía; el segundo, que la semana pasada Alemania y Noruega retiraron el apoyo económico al fondo para la Amazonia argumentando el desinterés de la administración de Jair Bolsonaro en cuidar este territorio.
Pareciera que esos incendios no están causados por las altas temperaturas, sino por el hombre. “Esta quema no fue hecha para producir económicamente, sino para demostrar apoyo político a las ideas de Bolsonaro. Estamos en un proceso crítico”, asegura Assis da Costa Oliveira, profesor de Derechos Humanos de la Universidad Federal de Pará.
Oliveira relata que los grupos de madereros realizaron la semana pasada un “día del fuego”, en el que incendiaron zonas de la selva de manera intencional.
Hay un contexto detrás: el presidente Jair Bolsonaro ha demostrado su apoyo públicamente a los madereros y terratenientes. Invitándolos, incluso, a adentrarse en zonas de reservas indígenas.
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Desde que el derechista llegó a la presidencia han aumentado tanto los incendios forestales como la deforestación. Datos del Programa de Quemas del Instituto Nacional de Pesquisas Especiales (INPE) señalan que de enero a agosto de este año el número de quemas aumentó un 83 % al compararlo con el mismo periodo de 2018.
Entre enero y agosto de 2019 hubo 72.843 focos de quema, frente a 39.759 en todo el año pasado.
La situación se agrava aún más si se tiene en cuenta que en Bolivia y Paraguay también se han registrado graves incendios forestales en la última semana.
El investigador del tema, Alberto Setzer, explicó al diario Estadão de Brasil que en esta época del año “no hay fuego natural. Todas estas quemaduras se originan en la actividad humana, ya sea accidental o intencional”.
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El gobierno de Bolsonaro asegura que está trabajando para retener el fuego, pero las llamas siguen. El ministro de Medio Ambiente, Ricardo Salles, dijo a AFP que “el gobierno movilizó todo el efectivo de brigadistas y aeronaves y ya están actuando junto con los gobiernos regionales”.
Los incendios forestales suman un llamado más de los ambientalistas de Brasil, quienes ya han denunciado el incremento de la deforestación y el riesgo en el que están las tierras indígenas ante los proyectos que pretende explotar la Amazonia, un territorio en el ojo de los madereros y dueños de mineras.