El estadio Quicken Loans de Cleveland, Ohio, será desde hoy y hasta el jueves escenario de un show que Donald Trump prometió, como si continuara en su posición de estrella de realities.
Lamentando lo “aburridas” que solían ser las convenciones nacionales del Partido Republicano, el magnate sugirió que esta concentración de delegados, donde espera confirmar su nombre como el de candidato presidencial de la coalición, será “emocionante”.
El millonario se presenta ante 2.472 delegados como el precandidato con el mayor número de votos en primarias de la historia del partido, superando a Bush padre e hijo, y también como el hombre más odiado por las grandes figuras públicas y marcas, que retiraron patrocinios temiendo ofender a los inmigrantes hispanos, las mujeres o los musulmanes.
Se espera que su entrada al complejo deportivo también atraiga miradas. Unos 50 grupos han solicitado permisos para marchar o protestar durante la convención y otros planean hacer sus manifestaciones sin tramitar autorización.
Algunos detractores construirán un muro anti Trump (aludiendo a su propuesta de levantar un muro en la frontera con México), mientras la asociación Nuevas Panteras Negras (grupo de defensa de la comunidad negra que existe desde los años 60), se manifestará llevando armas de fuego, como es usual en sus protestas y como lo permiten las leyes del estado de Ohio, donde está admitido el porte abierto de armas.
Lo anterior hace temer que la convención, además de mediática, sea una de las más conflictivas. De hecho, el Departamento de Seguridad Interna de Estados Unidos (DHS) designó a la Convención como un evento especial de seguridad nacional, similar a una toma de posesión presidencial o un supertazón de fútbol americano.
Así, entre parafernalias, odios y amores, estos últimos de una apasionada masa de población blanca cansada de políticas las “blandas” de los demócratas, Trump podría pasar a la historia de Estados Unidos como el candidato más controvertido, y de paso, convertirá las elecciones de un partido tradicional en otra de sus telenovelas.
¿Cómo elegirán a Trump?
Las misiones de la Convención Nacional Republicana son tres: elegir las reglas con las que se jugará esta concentración, determinar los cambios del partido y lograr consensos para designar a Donald Trump como candidato a la Casa Blanca, y a Mike Pence como su fórmula vicepresidencial.
Para la primera, el Comité de Reglas de la Convención del 2016, en el que hay 112 delegados, se reunió desde el lunes pasado para debatir y construir un informe que contenga las reglas de esta semana y que deberán votar todo el resto de delegados.
Como las normas pueden variar cada cuatro años, se teme que el aval de 14 millones de votos sea insuficiente y que sectores de delegados rebeldes del movimiento “Never Trump”, quienes exigen votar a conciencia, sin obedecer a los resultados de las elecciones primarias, influyan en esta decisión y dejen al millonario en condiciones difíciles para ser escogido.
No obstante, para Juan Hernández, estratega del Partido Republicano, aunque en el sistema electoral de Estados Unidos casi nada parece imposible, sería “extremadamente peligroso” para la coalición contradecir la voluntad popular, ya que generaría fracturas muy hondas y podría conducir a la derrota completa en las elecciones de noviembre.
“Aunque hay mucha especulación ahora, no hay duda de que él tiene que salir como candidato. Ya no hay salida, no hay tiempo para introducir a un tercero. Guste o no, hay una base de apoyo, que aunque sea difícil, tienen que aceptar”, añade el asesor, y destaca que además de decidir sobre Trump, la convención servirá para estructurar cómo va a reaccionar el partido a temas escabrosos.
“Los republicanos no pueden cerrarse más. Ya deben plantearse cómo enfrentar la homosexualidad, por ejemplo. Creo que van a anunciar un cambio en ese sentido, porque si no lo hacen, van a perder millones de votos y de dólares para sus campañas”, concluye Hernández.
Entretanto, con las reglas claras, 1.237 de los 2.472 delegados tendrán que votar favorablemente por Trump para hacerlo su candidato.
En una primera fase, los delegados, en su mayoría “atados” o “comprometidos” a votar por Trump, según el voto de su estado o territorio, decidirán, así como una minoría de seis estados que está “desatados” y, que según esta formalidad del partido, podrán elegir con libertad al millonario o proponer a otro candidato.
Si en una primera ronda de votación, Trump no alcanza el apoyo mayoritario, buena parte de los delegados son desatados para una segunda ronda, y así hasta tomar una decisión.
Si Trump fuera candidato...
Si Trump alcanza los votos, como se prevé, Estados Unidos vivirá una de las campañas más díscolas de su historia política. “Será extremadamente interesante ver en juego las personalidades de Trump y Clinton, tan diferentes. Ambos van a tratar de encontrar en el otro razones para no elegirlo, entonces veremos críticas, denuncias y golpes fuertes. Ni de lejos será una campaña aburrido, los ojos del mudo estarán ahí”, expresa Emilio Viano, docente de ciencia política de la American University.
Sobre la campaña que podría hacer el millonario, el experto opina que tendrá que convencer a la gente de que puede gobernar y que posee capacidades, experiencia y autonomía. Al tiempo, deberá modificar sus propuestas más radicales. “Las primarias son una campaña muy diferente, porque le están hablando a grupos de intereses. Ahora, Trump se dirigirá a los Estados Unidos y tendrá que suavizar su lenguaje”, apunta.
Y si Trump fuera presidente, será muy poco probable que el país viva un gobierno de díscolos. De acuerdo con José Gabilondo, internacionalista de la Universidad de La Florida, el republicano se tropezaría con todo el aparato burocrático que existe en Washington, que dice, está diseñado para que el conflicto entre los tres poderes sea la fuente de la estabilidad.
“Aquí no puede haber un tirano. El Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial se enfrentan entre sí, y hay muchos caciques en el sistema federal que llevan años observando y que van a contener a una figura como Trump”, reflexiona el académico, para quien si bien el magnate puede decir y hacer lo que quiera en campaña, de presidente estaría tan vigilado que terminaría por apagar el show y adiestrarse. .