Las principales ciudades del gigante sudamericano amanecieron ayer sumidas en protestas, bajo las irritantes nubes de gases lacrimógenos o, en el mejor de los casos, paralizadas y vacías, dada la huelga en la que entraron los principales sindicatos del país que, sin importar si comulgan con la izquierda o la derecha, se unieron en un mismo clamor:
Evitar que el gobierno vuelva más precarias las condiciones de los trabajadores para cubrir el déficit fiscal y en pleno derroche de millones de dólares robados en los casos Odebrecht y Petrobras.
Esto ocurrió el día después a la aprobación de las reformas laborales del presidente Michel Temer en la Cámara de Diputados —falta la instancia del Senado—.
Las escenas hacen remontar la memoria de los brasileños al 2014, cuando empezaron las marchas que debilitaron al gobierno de Dilma Rousseff hasta su destitución. Cuando asumió su sucesor, el centroderechista Temer, la promesa fue por tanto recuperar al país de las garras de la corrupción, la crisis económica y, por supuesto, de las cada vez más precarias condiciones de vida de los brasileños.
Pero nada de eso ha pasado y, como expresan expertos en diálogo con EL COLOMBIANO, la actual situación de choques entre ciudadanía y Estado incluye la gestión de Temer en ese malestar.
“Ahora mismo, el presidente tiene menos del 10 % de popularidad, lo que implica que pasó en desaprobación a Dilma Rousseff en su peor momento. Cuando Dilma tenía esos niveles de popularidad, Temer dijo que cualquier presidente con esas cifras tan bajas tendría que renunciar. Ahora paradójicamente está en la misma situación”, advirtió Iván Godoy, periodista reconocido en el país por su paso por Radio Senado de Brasil y numerosos libros.
Dawisson Belém Lopes, politólogo y docente de la Universidad Federal de Minas Gerais, coincide: “Esto demuestra que el descontento de los brasileños no se trata de la vinculación de los políticos con la izquierda o la derecha. Todos están sumidos en graves problemas de credibilidad, y hay algo de estas protestas que evidencia el malestar ante Temer. La última encuesta de Ipsos cifra en no más del 4 % a los brasileños que aprueban su gestión. Se pensaba que superar a Rousseff en ese aspecto era imposible”.