Todos los días asistimos, sin saberlo, a una partida de ajedrez a través de las redes sociales y los medios de comunicación. Los jugadores son las grandes potencias y las fichas son los ciudadanos incapaces de leer los mensajes codificados que buscan generar reacciones: que Donald Trump gane las elecciones de Estados Unidos, que Reino Unido decida en un referendo salir de la Unión Europea, o que la comunidad internacional apoye una eventual intervención militar en Venezuela.
El español Pedro Baños, experto en seguridad, intenta ejercer como traductor de ese entramado de manipulaciones. Su experiencia como jefe de Contrainteligencia y Seguridad del Ejército Europeo de Estrasburgo lo vuelve una de las mayores autoridades del mundo en relaciones internacionales. Como explica en su libro “El dominio mundial”, estas son una forma elegante de tramitar el deseo de someter a otros.
Baños habló con EL COLOMBIANO sobre el mapa de la geopolítica actual, marcado por un intento de Estados Unidos de no ser desplazado como gran potencia por sus competidores: Rusia, en lo militar, y China en lo económico.
Ahora hay menos declaraciones de guerra en el mundo, ¿desapareció la vocación de dominar?
“Esa vocación del poderoso de intentar dominar a los demás es inmortal. La diferencia es que ahora la tecnología permite ejercerla de una manera universal, a través de la manipulación mediática, de la guerra psicológica, de todos los aparatos electrónicos que nos inundan. Hay que pensar que hasta no hace muchos años había personas completamente ajenas a lo que sucedía en el mundo, y al no recibir información tampoco recibían desinformación. Hoy, en cambio, tenemos a Donald Trump, el primer presidente de Twitter, que tiene además muchos imitadores. Al final, los ciudadanos somos el objetivo y también las víctimas de la geopolítica”.
En el juego de la geopolítica, ¿cómo identificar cuándo una amenaza es genuina?
“Cada vez es más difícil, porque la mentira nunca es absoluta, siempre está mezclada con algo de verdad. El caso reciente de la libreta del asesor de seguridad de Estados Unidos, John Bolton, en la que deja leer “5.000 soldados a Colombia” es un ejemplo de un mensaje enviado a propósito a Nicolás Maduro: ‘Si no te montas en un avión y te vas de Venezuela, podemos atacar’. Muy pocas cosas suceden por azar. Es como un juego de ajedrez en el que, para un novato, ver dos o tres jugadas más allá es un logro, pero las potencias están pensando 10 o 20 movidas más allá”.
¿Cómo entender que EE. UU. se retire de Siria y, al tiempo, eleve el tono frente a Venezuela?
“Si bien es cierto que Estados Unidos procura tener los conflictos muy lejos, no en la puerta de su casa, en Siria no tenía nada qué hacer porque Rusia ganó la guerra. En cambio, giró la cabeza y vio que Rusia y China estaban penetrando muy fuerte en América Latina, el que considera su patio trasero. Trump ya no habla de Estado Islámico, de Siria o de Corea, habla de Venezuela. Recientemente, Bolton se refirió a este y otros dos países latinoamericanos, Cuba y Nicaragua, como la ‘troika de la tiranía’. Claramente significa a dónde van ahora las intenciones. Estamos en un gran juego en el que las potencias buscan campos de confrontación. Pasó en Siria, pasó en Ucrania y ahora parece que va a pasar en Venezuela, aunque ojalá que no”.
Con el fin de la Guerra Fría algunos previeron un mundo con un solo policía...
“Sí, y lo fue durante mucho tiempo. Rusia quedó absolutamente desmontada, con sus barcos de guerra oxidándose en los puertos y el ejército vendiendo el combustible. Y China entonces no era nada. Pero, hace 4 o 5 años, Estados Unidos levanta la cabeza y entiende que se equivocó. Pensó que la globalización que había inventado lo hacía el amo absoluto del planeta y resulta que hay una China que está ganando en lo económico y que a partir del 2.000 llega un hombre como Vladímir Putin al frente de Rusia y les devuelve la ilusión de ser una superpotencia. Estamos ante una nueva guerra fría con dos bandos perfectamente diferenciados: Estados Unidos y sus aliados por un lado y Rusia y China con los suyos por el otro. Y recordemos lo que pasa en este tipo de mundos con dos polos: las potencias no se enfrentan en sus territorios, lo hacen en terceros escenarios causando dolor y sufrimiento”.
¿Cuáles son los mayores riesgos de estas disputas?
“Los riesgos, para nuestros países están en algunas debilidades de la democracia, como la alternancia política. Esta hace que el mandatario no esté pensando en políticas a largo plazo, sino en su propia supervivencia. Eso nos debilita frente a otros países que sí planean sus pasos a seguir incluso a 50 años, como China y Corea del Norte. Debemos darle una vuelta a la democracia para volver a ilusionar a los ciudadanos”.
¿Y cómo es que EE. UU. sigue siendo una potencia pese a esa alternancia?
“La diferencia es que existe un Estado profundo que en cierto modo sigue guiando la política estadounidense. Desde la fase preelectoral nos decían que Trump era poco menos que un títere, un débil intelectual y creo que no es así, creo que es el líder que ahora necesitaba Estados Unidos para reformar este orden mundial que de cierto modo estaba perdiendo. Y lo primero que necesitaba era volver a dar miedo. El poder si no da miedo no existe. Trump es volátil, sí, pero por eso es efectivo para asustar, porque entiende esas nuevas lógicas de los medios de comunicación. Creo que está mucho menos loco de lo que pensamos”.