“Vamos a caminar hasta el Capitolio y vamos a animar a nuestros valientes senadores y congresistas”, les dijo Donald Trump a sus seguidores en la mañana del miércoles 6 de enero, quienes se encontraron para una protesta que él mismo convocó en Washington el pasado miércoles, momentos antes de que el legislativo se reuniera para ratificar el triunfo de Joe Biden en las elecciones presidenciales de noviembre.
El presidente saliente estaba en un atril, entre catorce banderas de los Estados Unidos y protegido por una barrera transparente que lo separaban de la multitud. A sus costados, pantallas con la proclama “Save America march” (marcha para salvar a América) y en frente una multitud incontable que vestía gorras rojas y gritaba consignas en su nombre para “salvar la democracia”.
Ese encuentro fue el comienzo de la movilización que terminó en una toma de cuatro horas al Capitolio, de la que los congresistas, sus asistentes y hasta el vicepresidente Mike Pence tuvieron que salir escoltados por la Policía porque la Guardia Nacional no logró impedir el paso de los manifestantes que rompiendo ventanas y escalando muros llegaron hasta el edificio.
Convocatoria al caos
Elle Reeve, una periodista de CNN que entrevistó en la movilización a quienes acudieron al llamado, relata que estas personas se convocaron por redes sociales. No eran un solo grupo, sino diferentes facciones de asociaciones supremacistas blancas, neofacistas y seguidores de extrema derecha de Trump que, desde que el empresario-presidente estuvo en campaña desde 2016, acompañaron sus mitines.
QAnon es una de ellas. Uno de sus líderes se hace llamar Yellowstone Wolf, pero su nombre real es Jake Angeli e irrumpió en el Congreso portando cuernos de bisonte, con el rostro pintado de azul, rojo y blanco y con la bandera norteamericana en una lanza que hacía las veces de asta.
El Yellowstone Wolf que entró en el Senado de Estados Unidos sigue la teoría de la conspiración de QAnon, que asegura que hay un entramado contra Trump. Otro grupo cercano a ellos es Proud Boys, encabezado por Enrique Tarrio, Nick Ochs y otros que respaldan al mandatario. Tarrio, incluso, fue arrestado un día antes de las protestas.
“La responsabilidad principal de estos hechos recae sobre Trump, un presidente que en estos cuatro años ha alimentado una base que cree en teorías de conspiración y actúa de manera violenta. Él le dio las instrucciones al público para que marchara. Posiblemente no tenía la intención de que se desarrollara de esta forma, pero como líder del país es el primer señalado”, asegura David Castrillón, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Externado.
Castrillón dice que los medios de comunicación de derecha —que respaldan abiertamente al mandatario— fueron determinantes para mantener a flote esos pensamientos, además de los líderes de las asociaciones supremacistas, quienes financiaron viajes desde otras partes del país hasta Washington para participar en las movilizaciones en las que murieron cuatro personas.
El miércoles, cuando el caos avanzaba en la capital estadounidense, Trump pidió a sus seguidores dar un paso al costado, pero en el mismo mensaje volvió a mencionar que en los comicios del 3 de noviembre hubo un fraude y que, fue por ese motivo, que él no ganó la reelección. Entonces, el país asiste a un polarización alentada desde la Casa Blanca que sigue sosteniendo que hubo irregularidades en los comicios aunque ni la Corte Suprema, ni las fiscalías de los Estados, ni los observadores electorales hayan encontrado indicios de esta.
Las consecuencias
El senador del Partido Demócrata, Chuck Schumer, pidió un juicio político al mandatario, una destitución sin tiempo para prosperar cuando le quedan trece días en el poder. Facebook bloqueó la cuenta del presidente de forma indefinida y Twitter también eliminó sus publicaciones.
“Esto trascendió a un ataque a las instituciones democráticas. Trump no es responsable de lo que hagan sus seguidores, pero lo que ocurrió esta vez es diferente porque él estaba en la manifestación y apuntó a las instituciones como su enemigo”, afirma Cristian Rojas, director del programa de Ciencias Políticas de la Universidad de la Sabana.
Y, ¿por qué sucede esto en Estados Unidos? Rojas recuerda que la elección de Trump es resultado de la polarización del país, una división que el magnate profundizó desde su campaña y hasta las últimas horas de su mandato. En menos de dos semanas, el miércoles 20 de enero, él dejará el Despacho Oval para que un nuevo gobierno entre en funciones, pero la fractura profunda en la política estadounidense perdurará.