Desde hace cinco años Crimea dejó de ser jurisdicción de Ucrania y pasó a estar bajo el dominio ruso. Un hecho histórico que desde entonces ha contado con dos versiones diferentes.
Para los primeros, se trató de una adhesión ilegítima del gobierno de Vladimir Putin. Para los segundos, recuperar el territorio que se consideraba propio y que desde la disolución de la Unión Soviética vive un conflicto de identidad: una parte de su población es prorrusa; la otra tiene una ideología europeísta; unos hablan ruso y otros ucraniano.
El conflicto en la península de Crimea, ubicada en el Mar Azov, que divide a Rusia y Ucrania, es un asunto que tendrá una antítesis. Este mes se cumplen cinco años de esa adhesión y la crisis sigue latente en un contexto en el que Putin intenta mejorar su popularidad y Petró Poroshenko, presidente de Ucrania, se acerca a la Unión Europea.
Joseph Dresen, investigador de Wilson Center, explica que uno de los motivos por los que la tensión se mantiene es que Rusia continúa apoyando a los separatistas en las regiones ucranianas de Donetsk y Luhansk. “Es difícil para cualquier gobierno en Kiev hacer la paz en estas circunstancias y es poco probable que la administración rusa cambie”.
A este hecho se le suma que Ucrania decidió apostarle a esa “casa común” europea –acuñando el término que usó el exdirigente soviético Mijail Gorbachov en un discurso ante la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, en julio de 1988– en un contexto en el que la Rusia de Putin se aproxima a China para fortalecer una unión euroasiática.
Las huellas de la adhesión
El estrecho de Kerch y el mar de Azov son puntos que preocupan a la OTAN y cuyos riesgos son reseñados por el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo.
En noviembre de 2018 tres embarcaciones de la Armada ucraniana y sus tripulantes fueron interceptadas por las autoridades rusas. Para Putin, se trató de una violación territorial; para Poroshenko, de un secuestro. Desde entonces, 24 marineros ucranianos están detenidos en Rusia.
Una de las marcas más fuertes ocurrió en julio de 2014, con el derribo del vuelo 17 de la aerolínea Malaysia Airlines, ruta que era cubierta por un avión Boeing 777 que transportaba 283 pasajeros y 15 tripulantes. Este colapsó cerca de Donbáss, y su caída se atribuye al lanzamiento de un misil. Para los ucranianos el proyectil fue lanzado por separatistas rebeldes; para los rusos, fue orden desde Kiev.
Tras la anexión, Rusia fue retirada del G8 (Grupo de los 8) y desde el 17 de marzo de ese año –días después del incidente– la Unión Europea mantiene sanciones en su contra que están agendadas hasta septiembre.
Putin, estratega en aprietos
Pero ahora el mandatario no pasa un buen tiempo en el país, así lo explica Mario Aller San Millán, profesor de la escuela de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Sergio Arboleda. Este motivo lo llevó a intentar mejorar su imagen debido a que las sanciones de occidente y el precio del petróleo han jugado en contra.
Una muestra de cómo intenta recuperar la confianza es su estrategia para mostrar su poder sobre la península. La semana pasada, en el aniversario de la anexión, viajó a este lugar para inaugurar dos centrales termoeléctricas y una subestación eléctrica.
Mientras la OTAN hacía un llamado a no normalizar la anexión rusa, Putin aprovechaba para legitimarse como “dueño” de este territorio.
Así como el exespía de la Guerra Fría requiere aumentar su popularidad, también “necesita este conflicto para mantener la lealtad de las élites”, según indica Jochen Klein, profesor de la facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario.
Mantener las hostilidades con Ucrania exacerba el nacionalismo en su país. Una prueba de ello es que la anexión permitió un repunte en su popularidad hasta conseguir su reelección en marzo de 2018, con un 76 % de los votos.
El profesor Vladimir Rouvinski, durante el evento Cátedra Europa que se realizó en la Universidad del Norte, indicó que “el proyecto político de Putin se basa en la confrontación”.
El hombre que está a punto de cumplir 20 años a la cabeza del país sigue sumando factores para quedarse definitivamente con Crimea, pero en su contra está el bloque occidental (Estados Unidos, la Unión Europea y la misma Asamblea General de Naciones Unidas), instancias que han pedido respetar la integridad territorial de Ucrania, es decir, devolverle la península.
Un llamado, que, aunque Putin lo hiciere ver como un ataque de occidente, es legítimo, debido a que según explica el profesor de derecho internacional de la Universidad de la Sabana, Nicolás Carrillo, Crimea pertenece a Ucrania porque en el derecho internacional “la adquisición no es válida si se consigue por medio del uso de la fuerza”.
Pero en este contexto Putin ignora las normas y le apuesta a las confrontaciones, un camino que lo ha mantenido en el poder .