Canadá arde. La torre más alta de la iglesia de Chopaka, en la provincia de Columbia Británica, se desmoronó consumida por el fuego el pasado sábado 26 de junio. La llamada que alertó a las autoridades permitió apenas que llegaran para presenciar el derrumbe. Una hora antes el templo St. Ann caía también bajo el fuego.
La coincidencia alcanza hasta ahora a ser solo “sospechosa”, describió la Policía Montada del país, intentando encontrar trazos de unión entre ambos incendios y los de Penticton y Oliver el 21 de junio. Todos allí en la provincia Británica, en territorios con fuerte presencia e historia de los pueblos indígenas. Todos antecedidos por el hallazgo de restos de niños perdidos.
El último mes ha reencontrado a Canadá con un pasado que reclama cada vez con más fuerza un relato y un lugar en el presente. Bajo un calor abrasador que ha superado los 49°C, especialistas barren la tierra penetrándola con radares en busca de restos humanos.
A finales de mayo los aparatos se iluminaron por primera vez ante los restos de 215 niños indígenas en los alrededor del que fue el Colegio Residencial Indio de Kamloops, “la mayor escuela del sistema de colegios residenciales de Asuntos Indígenas”, detalló en un comunicado, Rosanne Casimir, de la comunidad indígena Tk’emlúps te Secwépemc, a dónde alguna vez pertenecieron los niños y de donde fueron arrancados, junto a miles.
“En el momento en el que Canadá se estaba consolidando como una nación moderna tenía entre sus políticas de Estado homogeneizar a su población”, explica Diana Carvajal, antropóloga, doctora en Arqueología en la Universidad de Calgary (Canadá) y docente de la Universidad Externado, “al interior de esas escuelas la política del Estado, junto a la Iglesia Católica (quien coordinaba la mayoría), era promover esa asimilación de poblaciones que no eran europeas”.
Separaban a los niños de sus comunidades y sus familias. Los internaban en instituciones como las de Kamloops, las más grande de 139 que existieron desde 1874 hasta 1996, cuando según la Comisión de la Verdad que el país instaló en 2008 para este tema, cerró la última. En sus salones miles de niños entre los 6 y los 15 años fueron despojados de su idioma e idiosincrasia, prohibiéndoles hablar en su lengua materna y la práctica de sus tradiciones. Había que “matar al indio en el niño”, la perversión fue anidando en esas instituciones, reconoció Stephen Harper, primer ministro de Canadá en 2008, cuando pidió perdón en nombre del Estado.
“Fueron un instrumento para efectuar un genocidio cultural”, señaló para EL COLOMBIANO, Anemki Wedom, líder indígena, originaria de la comunidad que encontró los restos de sus niños a finales de mayo. Ella también asistió a esos salones, como 150.000 niños más. Sobrevivió, no todos lo lograron.
Integrante de la Comisión de la Verdad, Anemki Wedom hizo parte del equipo que entregó en 2015 un primer informe en el que no solo se reseña en repetidas oportunidades la ejecución de un “genocidio cultural”, también se describe abusos físicos y sexuales y la muerte de al menos 3.200 menores debido a malos tratos o a una deficiente salubridad y alimentación, aunque las comunidades indígenas elevan esa cifra a más de 6.000.
“Por lo que sabemos, estos niños desaparecidos son muertes no documentadas”, señaló Casimir respecto al hallazgo. Niños que nunca volvieron a aparecer, ni vivos ni muertos, en sus comunidades, mientras estaban en cuidado del Estado canadiense. “La noticia de que se encontraron restos en el antiguo internado de Kamloops me rompe el corazón”, tuiteó el primer ministro, Justin Trudeau, “es un doloroso recordatorio de ese oscuro y vergonzoso capítulo de la historia de nuestro país. Pienso en todos los afectados por esta angustiosa noticia. Estamos aquí para ustedes”.
“Están haciendo un acto de perdón y reconciliación”, señala Carvajal, “están reconociendo que esa asimilación traía consigo no solo el abuso físico, también el control de los recursos de los territorios en los que vivían esas comunidades. Es un cambio en las políticas internas, un reconocimiento de las cosas que no se hicieron bien”.