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El casa presidencial de Brasil repetirá, sí o sí, inquilino. Este domingo, el mandatario Jair Bolsonaro busca su reelección frente el expresidente Lula da Silva en una contienda que marca la disputa entre los líderes innatos de la derecha y la izquierda de ese país, y también la reconfiguración de la agenda ambiental del mundo.
Bolsonaro, un exmilitar evangélico nostálgico de la dictadura y escéptico del cambio climático, resucitó a la derecha brasileña con aplausos a la dictadura militar y el lema de “Dios, patria, familia y libertad”. Lula, el jefe del Partido de los Trabajadores y expreso por el caso Lava Jato, se resucitó a sí mismo después de salir de la cárcel y de que su candidato de 2018, Fernando Haddad, perdiera frente a Bolsonaro.
Las encuestas muestran a Lula como favorito con el 49 % de la intención de voto —casi el mismo porcentaje que tuvo en la primera vuelta (48,4 %)—y a Bolsonaro con el 44 % —una participación también muy similar a la de la contienda del 4 de octubre (43,2%)—, pero la resolución está abierta.
Primero, porque la ventaja de la izquierda es apretada (cuando se compara el margen de error de los sondeos hay empate técnico); segundo, porque Bolsonaro tiene a su favor el voto oculto de los brasileños que no declaran que le apoyan, pero que terminan depositando su voto a favor de la extrema derecha.
Es más, en la elección anterior, el presidente resultó con una votación 10 puntos por encima de lo que vaticinaban las firmas de opinión, dejando ver que las encuestadoras no lograron identificar el voto vergonzante de quienes respaldan al exmilitar en secreto.
Jair Bolsonaro es un político de extremos que podría conseguir la reelección. Su segundo nombre es Messías. Se rebautizó así en las aguas del río Jordán cuando se convirtió al evangelismo y conquistó el voto religioso con ese ritual. Tal vez por ese rótulo de Messías, o porque encarnó una ideología que no gobernaba desde la dictadura de la década del 60, él cree ser el salvador de Brasil.
Es un crítico de la política y las instituciones, pero lleva más de 25 años ejerciendo cargos públicos bajo el mismo sistema que ha cuestionado en medio de la campaña; fue un escéptico de la pandemia, tanto que cuando tenía covid-19, en julio de 2020 (en los meses más críticos del coronavirus), se quitó el tapabocas frente a los periodistas a pesar de su infección.
Al otro lado del tarjetón está Lula, quien busca el tercer mandato a sus 77 años, de los que pasó 19 meses en prisión acusado de corrupción por irregularidades en el manejo de dineros de la estatal Petrobras y de cuenta de sus posibles vínculos con Odebrecht, la constructora brasileña que protagonizó un escándalo de corrupción regional.
Quien lo condenó fue el exjuez Sergio Moro, un abogado que terminó siendo ministro de Justicia del Gobierno de Bolsonaro, pero que antes de la mitad de ese mandato salió del Ejecutivo por discordias con el presidente.
Las pesquisas contra Lula llegaron hasta el Tribunal Supremo que en abril de 2021 revocó todas sus condenas. Al final, solo estuvo año y medio en la cárcel de los casi 20 que había recibido como condena. La absolución significó su regreso a la vida política.
La segunda vuelta entre Lula y Bolsonaro siempre estuvo cantada. En este tiempo se mantuvo una disputa tan cercana que hace difícil vaticinar a ciencia cierta quién ganará las elecciones, pero quien sea elegido presidente reacomodará los poderes de la región.
La balanza regional
Brasil es el territorio más poblado de Latinoamérica. Lo que decidan las 156 millones de personas habilitadas para votar direccionará el rumbo de ese país y de la región misma porque la elección del inquilino del Palacio de Planalto reconfigura las cargas del poder en las naciones hispanas y pone en jaque —o salva— la agenda ambiental del mundo que necesita proteger la Amazonía.
Si Lula logra su tercer mandato, gobernaría en una región dominada por mandatarios de izquierda con Gustavo Petro, Alberto Fernández (Argentina), Gabriel Boric (Chile), Andrés Manuel López Obrador (México), Nicolás Maduro (Venezuela) y Daniel Ortega (Nicaragua).
Un escenario de tal protagonismo de los discursos progresistas no se veía desde hace más de 14 años, cuando él fue presidente en los tiempos de Hugo Chávez en Venezuela y Rafael Correa en Ecuador.
La posibilidad de que Bolsonaro repita Presidencia pone en duda el futuro de la conservación de la selva del Amazonas, por su negacionismo del cambio climático y las alianzas con madereros para expandir la frontera agrícola para cultivar o poner ganado en tierras que hasta antes de su mandato eran objeto de protección.
En estos cuatro años Bolsonaro apeló por una agenda interna con limitadas comunicaciones con sus pares de la región, por el contrario, Lula apostaría por la integración regional. Es más, el presidente Petro le ha enviado sus guiños de Bogotá a Brasilia, porque el Pacto Histórico quiere implementar un calendario de integración latinoamericano para el que necesita al Partido de los Trabajadores en Brasil.
Ambos tienen aliados globales cuestionados. Bolsonaro ha sido cercano a Vladimir Putin, omitiendo condenar la invasión de Rusia a Ucrania, y elogió la Presidencia de Donald Trump a pesar de sus extremismos. Él mismo ha personificado un casi “Trump latinoamericano”.
Lula ha tomado distancia de las violaciones a los Derechos Humanos ocurridas en Cuba, Nicaragua y Venezuela, a pesar de que los tribunales y organizaciones internacionales tienen en la mira las dictaduras de La Habana, de Maduro y Ortega.
Votar con noticias falsas
Brasil tiene voto electrónico desde 1996. Esas urnas siempre han operado sin irregularidades, pero días después de la primera vuelta el presidente sembró la duda sobre esa tecnología asegurando que está “obsoleta”. Es más, en 2021, cuando Lula anunció su aspiración y empezó a mostrar favorabilidad en las encuestas, Bolsonaro amenazó con no reconocer las elecciones si su contrincante ganaba, un discurso al mismo estilo del Trump que él elogiaba y que puso en jaque las presidenciales estadounidenses de 2020.
Por ese ruido el mandatario ha intentado poner varias piedras en el camino de la elección. Su equipo presentó una denuncia ante el Tribunal Electoral asegurando que los medios privados dejaron de emitir 154.085 propagandas de su campaña, pero esa instancia rechazó su querella y hasta le abrió una nueva fase de investigaciones por presuntamente intentar torpedear los comicios.
Ese folio se agregó al que está en manos de la Corte Suprema de Justicia para indagar sobre sus vínculos con las noticias falsas que han circulado en contextos políticos de Brasil. La Corte investiga si el presidente es una máquina de mentiras.
Ese presidente de las fake news podría conseguir la reelección, pero las estadísticas están tan apretadas que Lula da Silva igual podría quedarse con la Presidencia, dando testimonio de un Brasil que no renueva sus figuras políticas: los dos quieren atornillarse en el poder
Periodista egresada de la facultad de Comunicación Social - Periodismo de la Universidad Pontificia Bolivariana.