Hay una frase que resume la elección de Ekaterini Sakellaropoulou como la primera presidenta de la historia de Grecia: “Es momento de abrirnos al futuro”. Esas palabras, pronunciadas por el primer ministro Kyriakos Mitsotakis la semana pasada, cuando presentó su nominación ante el Parlamento, se convirtieron en un presagio.
Su postulación era solo el primer paso para lo que ocurrió ayer miércoles, cuando 261 de los 300 diputados la eligieron cabeza del Estado.
No es la primera vez que Sakellaropoulou, jueza de 63 años, rompe los estándares para la mujer e su país. También fue la primera en presidir el Consejo de Estado y su trabajo como abogada se ha destacado por tintes progresistas con la defensa de la migración, los refugiados y el ambiente, la neutralidad religiosa y los derechos individuales.
Con estudios en derecho constitucional y ambiental en Atenas y París, la jueza jurará su cargo el próximo 31 de marzo para un periodo de cinco años, en reemplazo del saliente mandatario de la República, el conservador Prokopis Pavlopoulos. Su llegada, es entonces, un giro: Grecia pasa de una visión menos progresista a estar liderada por una líder feminista.
“En su figura convergieron todos los partidos, a pesar de las tensiones por la corrupción y el manejo de las finanzas del Estado. La eligen por su calidad académica y no por tener un padrino político hombre”, sentencia la profesora de Ciencias Políticas de la Universidad de La Sabana, Geraldine Bustos.
Cuando la experta se refiere a los padrinos cita casos como el de Dilma Rousseff en Brasil o Cristina Fernández en Argentina, quienes, si bien fueron presidentas, estuvieron abanderas por las figuras de Lula de Silva y Néstor Kirchner.