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La mañana del martes 24 de mayo del 2022 la maestra de escuela Eva Mireles, el pequeño de 8 años Uziyah García y la pequeña Amerie Jo Garza, que recién cumplía 10 años, madrugaron, como todos los días, para llegar a tiempo al lugar en el que, pese al doloroso historia de Estados Unidos, no sabrían que morirían a tiros.
Siempre es lo mismo en Estados Unidos. De repente entra por la puerta del salón un joven de 18 años, con un guardado reprimido de tiempo atrás, y descarga con un rifle de asalto todo: las balas, la rabia acumulada, las ilusiones de los demás, la esperanza.
Las escuelas son uno de los sitios creados para hacer planes a futuro, y pareciera ser que también lo son, a ojos del que no los tienen, para acabar con los de los demás. No se salva nadie. Ni los pequeños que tienen la mitad de la edad del asesino, ni las profesoras, ni el mismo asesino.
Eva Mireles tenía 44 años. Madrugaba todas las mañanas, desde hace 17 años, para dar clases bilingües, y la mataron juntos con sus alumnos de cuarto grado en el distrito escolar de Uvalde. Ya no podrá seguir corriendo ni practicando senderismo, como tanto le gustaba. Su familia, que la describe como “comprensiva, divertida y cariñosa”, queda con un esposo viudo, tres perros y una niña sin madre.
Seguro su marido Rubén Ruiz, agente de policía del mismo colegio, habrá sentido que el simulacro de tiroteos que había llevado a cabo 2 meses atrás fue en vano cuando se enteró que su esposa murió en un tiroteo implacable.
Uziyah García tenía 8 años y su abuelo pensaba que era “el niño más dulce que he conocido”. Gracias al tiroteo ya no podrán seguir entrenando sus pases de fútbol americano juntos. “Era un niño muy rápido y podía atrapar la pelota muy bien”, pensaba el abuelo que ya no tendrá su nieto para que le replique las jugadas.
Amerie Jo Garza murió con el recuerdo fresco de su décimo cumpleaños. Envalentonada había marcado al 911, como seguro le habrían enseñado. Pero la alcanzó primero una bala. Su abuela, como la de Uziyah, ya no podrá contar con su compañía.
Por su parte, otras de la víctimas fue la maestra Irma García, quien se encontraba en la institución educativa y según su sobrino durante el ataque intentó proteger la vida de los niños en el salón de clases.
Su padre se vio en la necesidad de escribir en Facebook el mensaje que nadie quiere tener que predicar con el ejemplo: “Por favor, no des ni un segundo por sentado. Abraza a tu familia. Diles que los quieres”.
Le contó al noticiero CNN que se enteró de la muerte de su niña así: “Vi a una niña cubierta de sangre que estaba muy nerviosa porque su mejor amiga estaba muerta. Cuando le pregunté por el nombre de su amiga, me dijo ‘Amerie’. Era mi hija, mi dulce hija”.
Estos son tan solo 3 de los 21 futuros que ya no serán, víctimas de un tiroteo en Texas. 3 historias de la cotidianidad interrumpida por otro tiroteo en una escuela americana.