En julio de 2014, la organización que pretendía volver a la Edad Media en Medio Oriente se creía invencible. De hecho, Abu Bakr al Baghdadi se autoproclamó califa “de todos los musulmanes”, en un discurso en la mezquita Al Nuri de Mosul —la tercera ciudad más grande de Irak y la segunda en importancia histórica y cultural—, que quedó grabado en video y fue difundido en redes.
“Alá le dio la victoria a nuestros hermanos tras largos años de yihad y paciencia, y por ello han declarado el califato. Es un deber de los musulmanes que llevaba siglos perdido”, dijo.
Por entonces, ni Baghdadi ni sus ciegos seguidores se imaginaban que el supuesto nuevo califato duraría tan poco tiempo. Si bien tres años de barbarie, violaciones, asesinatos y oscurantismo religioso fueron demasiado, en nada pudo la exagerada pretensión parecerse a los más de 600 años de esplendor que tuvo el mundo musulmán durante la Edad Media, y liderado, según el Imam Julián Zapata, cofundador del Centro Cultural Islámico, por un Islam pluralista, intelectual y multicultural.
Hoy el tal imperio de califas que los yihadistas querían consolidar con base en una interpretación errada del Corán, basada en el odio, empieza a ser eliminado. El control territorial del grupo que aterrorizó al mundo durante los últimos años, es ahora una utopía sentenciada a desaparecer.
Los civiles que antes controlaban a sangre y fuego para que cumplieran con una ley inhumana y retrógrada, salen ahora en desbandada para huirle a las ofensivas. Tanto en Siria, con el régimen de Bashar al Asad cerrando el cerco con apoyo de los rusos, como en Irak, con las fuerzas chiítas cerca de expulsarlos en definitiva del conflictivo país. A ambos lados (ver gráfico), también está la presión de los peshmerga kurdos —tal vez el eslabón fundamental para el triunfo contra el terror—, que miran de cerca cómo puede terminar la batalla.
Un pulpo sin tentáculos
En diálogo con EL COLOMBIANO, distintos expertos en Medio Oriente explicaron las causas del declive de esta organización de barbarie.
Marcos Peckel, director ejecutivo de la Confederación de Comunidades Judías de Colombia, consideró que más allá del tema territorial, se demuestra que han funcionado dos de los pilares fundamentales de la nueva estrategia que se pedía contra el terror: el ataque a la financiación y a las redes de adoctrinamiento.
“Las fuentes de reclutamiento a través de la red han sido afectadas, si bien no les va a ser difícil mantener algo en ese sentido. Y por otro lado la financiación, como toda organización terrorista, seguirá dándose por métodos al margen de la ley. Pero al haber sido golpeados estos dos aspectos se puede decir que ha funcionado la estrategia”, dijo.
En eso coincidió Hasan Turk, politólogo turco radicado en Suramérica: “contra todo grupo de cualquier índole, incluso contra los mismos Estados en una guerra convencional, lo primero que se hace para debilitarlos es cortar el sistema logístico y de financiación que tienen. En ese sentido, la coalición internacional ha acertado al frenar el suministro que tenía el grupo”.
Turk considera lo que está ocurriendo en la estructura yihadista como un círculo vicioso, ya que si bien cortar la financiación y el reclutamiento ha sido un factor clave en ese declive territorial, “ahora al perder el territorio, naturalmente el EI pierde control sobre los recursos que hay en dicha zona y ya no podrá cobrar impuestos a los habitantes. Entonces esa pérdida de espacio va a golpear a su vez fuertemente la financiación que lograba la organización”.
Víctor de Currea-Lugo, docente de la Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional, recalcó además que su derrota territorial ha sido posible “gracias a una conjugación de actores internacionales que, en lo único que están de acuerdo, es en rechazar al Estado Islámico. Una coalición que no tendrá vida más allá de eso, porque los motivos de cada cual para combatir al EI eran abismalmente distintos”.
Futuro en las sombras
Con el declive físico del grupo terrorista, toman fuerza interrogantes que se vieron en segundo plano con el ascenso de su amenaza para la geopolítica desde 2014. ¿Cuál será el futuro de los palestinos? ¿Qué pasará con los kurdos? ¿Cómo evolucionará la Guerra Civil Siria? ¿Se estabilizará Irak?
Entre todas esas agendas que toman prioridad para sus enemigos, los yihadistas podrían reagruparse y reformarse. No ya como un bando que intente seguir en guerra convencional, sino volviendo a las raíces del terrorismo islámico, operando en las sombras y en distintas regiones del globo.
“La estructura podría ahora dedicarse solo a actividades terroristas o buscar otros espacios en el planeta donde pudiera reubicarse y aparecer de nuevo. Ahí es evidente su presencia en Libia, Egipto, Afganistán, Somalia y otros lugares. Es claro que no va a desaparecer”, argumentó Peckel.
De Currea-Lugo amplió dicho análisis a todas las organizaciones yihadistas. Esto es, el mundo no ha sido capaz de derrotar completamente a ninguna de esas estructuras: “una cosa es derrotar —territorialmente— el Daesh, y otra es acabar al yihadismo, algo que no se ha hecho. Ahí están vivos Al Qaeda, Al Nusra, Boko Haram, Al Shabaab. Todos esos grupos siguen. El radicalismo islámico se mantiene porque sus causas permanecen fundamentalmente ahí”.
Baghdadi ya no es clave
Durante tres años, hasta con satélites y espías se intentó determinar la ubicación del líder del grupo y autoproclamado califa, Abu Bakr al Baghdadi, para liquidarlo.
El 11 de julio de este año Rusia lo declaró muerto junto a 300 yihadistas tras un bombardeo contra la ciudad de Raqqa. No obstante, no pudo comprobar dicha afirmación.
También, a finales del mismo mes, el Observatorio Sirio lo declaró muerto pero supuestamente a causa de un ataque aéreo de la coalición aliada en la localidad de Deir Ezzor. El secretario de Defensa de Estados Unidos, James Mattis, negó dicha información y aseguró que hasta no hallar su cadáver “seguiremos asumiendo que está con vida”.
En septiembre, el grupo difundió un supuesto audio de Baghdadi llamando a los terroristas a no mermar la lucha, pero tampoco se puede confirmar que esté vivo. En cualquier caso, el consenso de los académicos es que la suerte del autoproclamado califa no es clave para el EI.
“Como vimos con Al Qaeda, la muerte de Osama Bin Laden no significó el final del grupo, así muchos dijeran eso en un principio. Baghdadi sigue teniendo influencia en el EI y en otros grupos yihadistas. Mientras esté vivo tendrá el control, pero en realidad estas estructuras pueden reemplazar fácilmente a sus líderes y el Estado Islámico no sería la excepción”, explicó Turk.
Con él coincidieron las otras dos fuentes. De Currea-Lugo recordó que “la organización de los talibán estuvo acéfala durante dos años tras la muerte del Mulá Omar, pero eso no afectó su funcionamiento. En estos casos el líder no hace a la estructura”. Para Peckel, por su parte, “estas organizaciones se reinventan y algo similar ocurriría con el EI sin Baghdadi. Incluso no hay que descartarse que se una con otros grupos”.
Glorias pasajeras y sangre
Entre pozos ardiendo y miles de desplazados huyendo, todos quieren quedarse con el botín de ser los que vencieron al Estado Islámico. Los expertos no se ponen de acuerdo: para Peckel fue EE. UU. con su reacción tras la caída de Mosul en 2014; para Turk fue Rusia con su entrada a la guerra siria en 2015; para De Currea-Lugo, los iraquíes y especialmente los kurdos, que pelearon la guerra en el terreno.
No importa. Mientras se escriben estas últimas líneas, Egipto sufre un atentado que deja 305 muertos. No se sabe aún (viernes) el grupo que perpetró tal barbarie, ni si el Estado Islámico tuvo algo que ver, pero es claro que lo que cada uno de los académicos dice está más vigente que nunca. El pulpo parece abocado a regenerarse incluso si le cortan los tentáculos o lo dejan acéfalo y el mundo debe permanecer en guardia para que eso no ocurra.