La compleja operación de rescate de los doce niños y su entrenador de fútbol atrapados en una cueva en Tailandia desde hace dos semanas empezó este domingo con éxito, salvaron a cuatro de ellos, pero los otros nueve tendrán que esperar que la evacuación se reanude en “diez horas como mínimo”, informaron las autoridades. (Vea la infografía del rescate)
Según el balance comunicado por el equipo de socorristas, ya han salido cuatro niños, cada uno de ellos guiado por dos buzos profesionales. Después de salir de esta cueva en el norte de Tailandia, los llevaron con ambulancias al hospital de Chiang Rai.
Señalaron además que el rescate se debía suspender entre 10 a 24 horas debido a que han agotado absolutamente todo el oxígeno disponible. Militares señalan que la siguiente fase de rescate tomará 10 horas en prepararla. Hasta el momento son 4 los niños rescatados que estaban en “mejor estado de salud”.
“Los niños están preparados para afrontar todos los desafíos”, declaró Narongsak Osottanakorn, jefe de la célula de crisis. Los niños saldrán uno por uno, eso durará dos o tres días, precisó.
En la operación participan “trece especialistas de nivel mundial llegados de países con experiencia” en espeleología que ya se dirigen hacia el lugar donde están los chicos, agregó Ossottanakorn.
De momento, un buzo experimentado necesita once horas para un trayecto de ida y vuelta hasta los niños, seis de ida y cinco de vuelta, gracias a la corriente. El recorrido hasta la zona en la que están bloqueados es de varios kilómetros y tiene algunos tramos angostos y otros que se tienen que realizar bajo el agua.
La muerte de un exbuzo de la marina tailandesa el viernes durante una operación de abastecimiento ilustró el nivel de riesgo del trayecto. Además, una buena parte de los niños, de entre 11 y 16 años, no saben nadar y ninguno ha practicado submarinismo.
¿Qué hacían estos niños en la cueva?
Los niños, entre 11 y 16 años, quedaron atrapados en compañía de su entrenador, de 26 años, en una cueva situada en el parque natural Tham Luang-Khun Nam Nang Non, en Chiang Rai (Tailandia).
La cueva no es frecuentada por turistas extranjeros pero si atrae a los lugareños que veneran una estatua de Buda que queda en su interior.
El equipo se metió ahí el pasado 23 de junio para refugiarse de una lluvia torrencial tras terminar su entrenamiento y salir de excursión.
La tormenta no paró y los niños con su entrenador fueron introduciéndose y trepando por el interior hasta lograr estar a salvo, mientras el agua copó todas las cavidades y cerró cualquier salida al exterior.
Fue la madre de uno de los menores quien dio la voz de alerta al ver que su hijo no llegaba a casa.
Las autoridades comenzaron a planear la forma más rápida de sacarlos pues el oxígeno era cada vez menos y plantearon tres vías.
Una era que salieran buceando por las cavidades, pero ninguno sabía hacerlo por lo que tuvieron que recibir clases rápidas para seguir a un buzo hasta la superficie por todos los tramos con equipamiento especial y con la ayuda de una cuerda.
La segunda era el drenaje de la cueva al ritmo de un centímetro por hora, pero la temporada de lluvias no cesaba y eso hacía más dífciles las tareas.
Por último, la tercera opción, era encontrar algún camino interior cavando un túnel para llegar a ellos pero era un método muy lento y podía poner en riesgo sus vidas.
Escapar buceando
El pasaje T es una especie de tubo por la que hay que escabullirse para llegar a los niños. “El pasaje, muy estrecho, sube y luego baja” y requiere contorsionarse, explicó el 2 de julio Narongsak Osottanakorn, el jefe de la célula de crisis.
Esta área está a 1,7 kilómetros de donde se encuentran los niños. Una vez que se complete este tramo, estarán a menos de un kilómetro de la tercera galería, donde los socorristas instalaron su campamento base.
Una vez allí, todavía les quedará un recorrido de cerca de dos kilómetros, pero lo peor habrá pasado para volver a reencontrarse con sus familias.
Duración del recorrido
Son más de cuatro kilómetros de recorrido con partes inundadas y estrechas. La célula de rescate no precisó el domingo cuánto había bajado el nivel del agua, sobre todo en la temida “intersección T”.
El nivel exacto del agua es la gran incógnita. Si bien la cueva se inundó por varios metros en algunos tramos, “el nivel del agua en la cueva ha continuado bajando” hasta un nivel aceptable, dijo el domingo Kobchai Boonorana, del ministerio del Interior.
Esta semana se reveló que a un buzo experimentado le tomaban 11 horas ir y venir al lugar donde están los niños: seis horas de ida y cinco de vuelta gracias a la corriente.
Aguas turbias
Sumergirse en esta agua turbia “como el café con leche” es un gran desafío para los profesionales, explicó Matt Fitzerald, un buzo de la Policía Federal australiana. “No hay visibilidad, el espacio está encerrado”, agregó. Se las arregló para bucear una parte del camino, pero no pudo llegar al final.
Bajo estas aguas turbias es imposible consultar el reloj u otros equipos que permiten medir el tiempo de inmersión. Los buzos instalaron una cuerda a lo largo de la pared para guiarse y por la que traen a los niños este sábado.
Algunos no saben nadar
Varios niños, de entre 11 y 16 años, no saben nadar y ninguno ha buceado. “Cada uno será escoltado por dos buzos”, afirmó el jefe de la célula de crisis.
Los médicos que acompañan a los socorristas consideraron a los niños aptos para intentar la salida, aunque pueden verse debilitados por sus dos semanas en la cueva, de las cuales la primera estuvieron sin comida ni contacto con el exterior.
El factor psicológico
Además del estado físico, la preparación psicológica de los niños fue crucial. “Ellos fueron informados de la operación y están listos para ser evacuados y afrontar todos los desafíos”, aseguró el domingo Osottanakorn.
Los niños recibieron cartas de sus padres a través de los buzos, donde les reafirmaron su confianza en su capacidad de lograr esta hazaña.
Pero sumergirse en el agua turbia que los obligó a huir cada vez más hacia las profundidades de la cueva no es fácil. Los niños suelen asustarse más rápido, aunque hasta ahora este grupo ha demostrado tener una gran resistencia mental.
“Si tan solo uno de ellos entra en pánico, en caso de un problema con el sistema de respiración o lo que sea, eso tendrá un gran impacto en todos los otros”, advirtió Andrew Watson, especialista británico en rescates.
Para evitar que se desate este pánico, los rescatistas precisaron que los niños saldrían “uno por uno”.