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Los rescates milagrosos tras el terremoto en Turquía y Siria

Casos que le han dado la vuelta el mundo y que sorprende por algunos ocurren 72 horas después del sismo que, hasta ahora, deja 7.826 víctimas mortales, según los reportes oficiales.

  • Turquía y Siria viven las dos caras de una misma moneda por el terremoto. En varias ciudades hay incendios que no han podido controlarse porque el personal está dedicado al rescate de las personas. El frío ha impedido la búsqueda. En los refugios los alimentos escasean y las imágenes de destrucción son pan diario. FOTO getty
    Turquía y Siria viven las dos caras de una misma moneda por el terremoto. En varias ciudades hay incendios que no han podido controlarse porque el personal está dedicado al rescate de las personas. El frío ha impedido la búsqueda. En los refugios los alimentos escasean y las imágenes de destrucción son pan diario. FOTO getty
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  • Los rescates milagrosos tras el terremoto en Turquía y Siria

Las ruinas de un edificio de Jindires, en Siria, escondían en sus entrañas una vida que se negaba a apagarse. Entre los escombros del terremoto que devastó el sur de Turquía y el norte de Siria el pasado lunes, y aún unida a su madre, los rescatistas hallaron a una bebé con 7 horas de nacida, según los cálculos de los médicos que la atendieron.

Los relatos de los socorristas señalan que en medio de la muerte que campea entre edificios derrumbados, y mientras buscaban sobrevivientes, vieron la primera señal de la pequeña: el cordón umbilical la mantenía unida a su madre Aafra, como si se tratara de una premonición de que seguirían unidas de por vida, aunque la muerte las separó de manera prematura.

A la pequeña la hallaron de sorpresa. El personal de rescate buscaba entre hierros retorcidos y montañas de cemento sobrevivientes de un terremoto que parecía un fiel retrato del fin del mundo, si es que el mundo llegara a acabarse de esta forma.

“Buscábamos a Abu Rudayna (sobrenombre de Abdalá) y su familia. Primero encontramos a su hermana, luego a su mujer Aafra, después a Abu Rudayna. Estaban juntos los unos contra los otros”, explicó conmocionado a AFP Khalil Sawadi, un allegado de la familia que pereció unida.

En el relato, el primo de la familia de esta pequeña cuenta que al hallarla, otro familiar cortó el cordón umbilical y corrió con la niña levantada en tre brazos como se levanta a un princesa en su nacimiento para ser conocida por el pueblo; pero en Siria no había reino ni súbditos, solo ruinas y dolor. Mientras corría con la bebé, otro hombre le tiró una manta para cubrir su cuerpo emblanquecido por las cenizas, el frío y el polvo.

En una carrera contra el tiempo, la niña fue llevada al hospital de Afrin, ciudad más cercana a Jindires, y fue puesta en observación médica.

“Llegó con los miembros entumecidos por el frío, su tensión había bajado. Le hicimos los primeros auxilios y la pusimos bajo perfusión porque había estado demasiado tiempo sin ser alimentada”, explicó a AFP el doctor Hani Maaruf, quien agregó que pesó 3,17 kilos.

Mientras la bebé rescatada era puesta en una incubadora, los cuerpos sin vida de sus padres y sus hermanos eran descargados a miles de kilómetros en la sala de la casa de Sawadi, a la espera de su funeral.

Arrancar la vida a los escombros

Como si fuera su única esperanza, una niña se aferró al rescatista que la sacó de los escombros. Las horas de este rescate se habían hecho eternas, y la menor de 10 años tenía aprisionado el cuerpo entre escombros y hierros que llenaron las calles de Hatay, en el sureste de Turquía.

Los Cascos Blancos (un cuerpo de socorro parecido a la Defensa Civil) habían hurgado toda la noche, movido cada piedra acompañada de la pregunta de rigor: ¿Hay alguien con vida ahí? Con el paso del tiempo solo el silencio respondía al llamado de los socorristas hasta que ocurrió un milagro: una voz débil contestó que la sacaran de ahí.

Con las pocas fuerzas que les quedan a los rescatistas acosados por el frío y el cansancio, un grupo de hombres se abalanzó sobre las rocas y con sus manos empezaron a despejar el camino para rescatar a la niña. Cuando la hallaron, uno de los rescatistas estiró sus brazos y la fue sacando lentamente. Estaba vestida con un buso rosado, una sudadera negra y medias.

— ¿Dónde esta mi mamá?, preguntó la pequeña.

— Tu mamá está en el hospital, respondió el socorrista.

La misma suerte de esta pequeña cuyo nombre no ha sido revelado por las autoridades ni los rescatistas de Turquía, la corrió Haroon, un niño que los Cascos Blancos arrancaron al hormigón que le aplastó por más de 20 horas, su cuerpo contra una cama.

“Vamos Haaron, vamos”, le decían los rescatistas, mientras el pequeño intentaba salir del hueco al que lo condenó el terremoto de magnitud 7.8 en la escala de Richter.

Junto a él, un grupo de hombres golpeaba cada toca con martillos y palustres para buscar más personas que se creían vivas bajo los escombros de donde salió Haaron quien, después de su rescate, fue llevado en camilla hasta un refugio para ser evaluado por el personal médico.

Aunque las imágenes del rescate de los niños han conmovido al mundo, ninguna lo ha hecho tanto como el rescate de una niña y sus dos hermanos de 2 y 5 años de edad rescatados en la tarde de este martes con vida.

En las imágenes que le han dado la vuelta al mundo se ve a los tres menores de edad cubiertos con almohadas y arropados con cobijas, en lo que según expresaron los rescatistas, pareciera ser un intento de protección de la hermana mayor.

Mientras eran rescatados, los socorristas les recitaban algunos versículos del Corán, todo para mantenerles la esperanza y la fe de que saldrían con vida de los pesados escombros que les aplastaban la cara y el cuerpo contra las paredes de la casa.

A estos rescates milagrosos y exitosos se sumó el del futbolista Christian Atsu, de 31 años de edad que fue rescatado con vida de entre los escombros. El jugador había fichado con el Hataysports el pasado mes de septiembre, y la sede de su nuevo equipo se encuentra cerca del epicentro del sismo producido el lunes.

“Tengo buenas noticias. Acabo de ser informada por el presidente de la asociación ghanesa de que Christian Atsu ha sido encontrado en Hatay”, declaró la embajadora Francisca Ashietey-Odunton a la emisora ghanesa Asaase Radio.

Así como Atsu, dos gemelos de 18 meses de edad fueron sacados con vida 40 horas después de que el edificio en el que vivían en Gazantiep se desmoronara como se desmorona un castillo de arena.

Llegan mensajes de voz

La noche, la nieve, el frío y el cansancio ya no son los únicos afanes de los rescatistas en Turquía y Siria para hallar gente con vida debajo de las edificaciones caídas. Lo que ahora más apura a los cuerpos de socorro es que desde las entrañas de la tierra les ha empezado ha llegar mensajes de las víctimas que piden ser rescatadas; algunas dan hasta instrucciones para que inicien su búsqueda.

La gente me envía mensajes de voz desde debajo de los escombros. A otros periodistas les han enviado videos donde les cuentan dónde están”, dijo a la BBC el periodista turco Ibrahim Haskologlu.

Además, cuentan los rescatistas, algunas de las víctimas llevan horas sentados frente a los escombros porque aseveran que escuchan los gritos de las personas sepultadas, pero para ellos es difícil atender tantos frentes de rescate.

“Estamos devastados. Dios mío. Están gritando. Están diciendo ‘sálvanos’, pero no podemos salvarlos... No hay nadie”, decían un hombre en las ruinas de Hatay.

Otro habitante de esta provincia, enfatizó en que los cuerpos de socorro no han llegado a ese territorio; incluso Serkan Topal, miembro del gobierno del distrito de Samandag, manifestó a la BBC que ha viajado “por gran parte de la provincia y no me he encontrado con un edificio intacto. La mayoría de organismos oficiales están fuera de servicio y hay una necesidad urgente de ayuda externa”.

Con la mirada perdida, Mesut Hancer agarra la mano de su hija muerta, Irmak, de 15 años, inerte entre dos losas de hormigón. En la ciudad turca de Kahramanmaras, la pena y la rabia se mezclan por la falta de ayuda a las víctimas del terremoto que dejo miles de muertos.

Kahramanmaras, epicentro de sismo devastador (7,8) que sacudió el lunes el sur y el sureste de Turquía, es solo ruina y desolación.

Pero el martes todavía no habían llegado ni ayuda ni suministros a esta ciudad de más de un millón de habitantes, situada en el sur de la región de Capadocia. Aquí, igual que en la ciudad de Antioquía, a las puertas de Siria, se acumulan la frustración y resentimiento hacia el Estado ausente. Ali Sagiroglu lleva dos días esperando refuerzos, aún con la esperanza de ver a su hermano y a su sobrino, atrapados entre los escombros.

Con el paso de las horas, la esperanza de hallar a más sobrevivientes mengua, pero los rescatistas siguen revisando, arrancando con sus manos las piedras para buscar hasta el último vestigio de vida escondido entre los escombros

7.826
Es el número de víctimas mortales registradas en Turquía y Siria después del terremoto.
Infográfico
Javier Alexánder Macías

Amo el periodismo, y más si se hace a pie. Me encantan los perros, y me dejo envolver por una buena historia. Egresado de la Universidad de Antioquia.

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