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El chorizo de punta

30 de octubre de 2016
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Francisco López tomo su lápiz amarillo y lo hundió en el sacapuntas a manivela ubicado en el extremo izquierdo del escritorio del profesor. Con la parsimonia del decorador, comenzó a dar vueltas a la palanca con su mano derecha, mientras que con la izquierda sostenía la mina que vibraba con cada giro que le imprimía a la manilla. Pacho, uno de los dos alias que portó en su vida, se dirigió a su asiento, mientras los demás chicos respondían al llamado a lista del maestro. No es diáfano el momento histórico en que el joven se empachó su segundo apodo ni la razón, pero quedó para la posteridad y hoy en día su prole carga con ese otro remoquete, que los distingue, que ya no molesta, no indigesta.

Por el azar o como lo manifiesta Lönnrot en el cuento “La Muerte y La Brújula” de Jorge Luis Borges: “...la realidad no tiene la menor obligación de ser interesante...” , a pesar del punto de vista de Lönnrot, en una movida necesaria para el destino, Pacho clavó el lápiz en el cuerpo de uno de sus compañeros de clase. Francisco López logró así, ser recordado para la posteridad como: “Pacho Puntas”.

Esa es la historia del nombre de uno de los chorizos más deliciosos que he llevado a mi paladar. “Pacho Puntas” heredó el apodo a Joaquín su hijo, y fue entonces: “Joaquín Puntas”, este último comenzó la tradición de preparar el embutido. Los puntas viven en El Carmen de Viboral, Antioquia, un pueblo frío, de gente cálida. En la calle peatonal, está ubicada la cafetería “La Especial”, lugar de encuentro de artistas, estudiosos de las ciencias humanas, matemáticos, campesinos, filósofos, músicos y sibaritas. El nombre le cae muy bien, es un lugar especial sin lugar a dudas. Allí el visitante encuentra un mostrador, tipo barra, que sirve de mesa. Es una espacie de u, en la que los asistentes, logran ver frente a frente, al otro cliente.

Blanca, Gonzalo y Orlando López, son los hijos sobrevivientes de “Joaquín Puntas”, ahora ellos son los puntas y su elaboración: el chorizo de punta. Es confeccionado con carne de pierna de cerdo. La mezcla entre grasa y carne parece modelada por un cirujano plástico. La sazón es particular, solo allí la he conocido. El sabor es inconfundible, su textura ideal para acompañar un aguardiente para los comunes y un vino para los escasos. Ojalá hubiera más escasos.

Blanca es la encargada, junto a Alberto Toro, de mantener la cafetería en orden y ofrecer en cualquier momento del día, ese manjar porcino, acompañado de limón y la reina de la cocina colombiana: una deliciosa arepa. “Gonzalo Puntas”, el otro hijo, está en el parque principal del Carmen, a la entrada de la plaza de mercado y “Orlando Puntas” en la salida a Rionegro, sector La Alhambra.

Viajero empedernido, consultor de sabores entrañables, si usted quiere saber lo que sabe a bueno, cómase un chorizo de punta en El Carmen de Viboral, sienta el cálido frío de ese bello pueblo, entrecruce piernas, cierre párpados y disfrute un manjar paisa de pura cepa.

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