El estado actual del mobiliario de la ciudad a veces depara crueles paradojas como la que vive el Centro de Información e Investigación Ambiental, también conocido como la antigua aula ambiental del Instituto Mi Río.
El Instituto fue creado en 1992 y tenía entre sus objetivos disminuir los volúmenes de contaminación del río y sus afluentes, así como el cuidado del medio ambiente.
Para este objetivo el aula era un baluarte estratégico, pues al estar ubicada sobre el afluente se podía hacer seguimiento al eje misional del instituto hasta su “transformación” en 2002 durante la administración de Luis Pérez, como parte de la Secretaría de Medio Ambiente.
Sin embargo, el espacio que desde hace casi 25 años fue una de las columnas vertebrales para la recuperación del río Medellín hoy parece estar en su hora más oscura.
Sus alrededores están llenos de basura y de una fetidez que parece salir de agua estancada de lixiviados de residuos sólidos. Además, una gran humedad que parece extenderse como un cáncer se apoderó del ala oriental de la estructura y hace que así sea un día seco caigan tantas goteras adentro que parezca un aguacero.
De otro lado, dos enormes grietas a cada extremo de las uniones de la estructura circular central con el resto del aula darían cuenta de que esta se hallaría bajo un riesgo arquitectónico.
Aparte de estos males, los alrededores del aula —que es un paso peatonal para quienes buscan cruzar rápidamente de la Universidad de Antioquia a la Universidad Nacional y viceversa— se volvieron el dormidero de los habitantes de calle desperdigados por el río, hecho que hace que los caminantes más bien prefieran dar un largo rodeo por el puente de la calle 67 Barranquilla antes que arriesgarse a cruzar por el aula. Solo unos cuantos “valientes” cruzan por el tenebroso puente. Y eso que solo hablamos de lo que se puede ver por fuera, pues infortunadamente no fue posible acceder al interior del aula.
¿Qué pasó con los planos?
Este centro de documentación y planeación se había mantenido como una unidad de información básica para el apoyo a la gestión ambiental de Medellín. En él se albergaban alrededor de 6.000 planos correspondientes a las cuencas hidrográficas, información invaluable sobre el río Medellín y las cerca de 4.200 quebradas de la capital antioqueña.
Sin embargo, el destino de toda esta información es incierto pues dentro de la estructura no hay nadie más que un vigilante que dice ser el encargado de cuidarla pese a que los graffiteros se han subido hasta su techo a garabatear sus ininteligibles consignas.
El centro parece no tener un doliente que se compadezca de su actual riesgo pues aunque aparece como una de las 15 aulas ambientales comunitarias adscritas a la Alcaldía de Medellín —así como una de los centros de documentación de la Red de Bibliotecas de la ciudad— es evidente que su cuidado no fue una de las prioridades de la actual administración, aunque el asunto podría venirse dando desde varios años atrás.
Por ahora ya hay voces, sobre todo en redes sociales, que le piden al comité de empalme del alcalde electo Federico Gutiérrez que le eche una mirada a como va a recibir el espacio que alguna vez estuvo destinado a salvar el río y que estaría en riesgo de caer a sus aguas por el descuido y la desidia.
Reporte de daños se hizo hace un año
Aunque inicialmente se dijo que el Área Metropolitana era la responsable del espacio, esta indicó que únicamente suscribió un convenio de comodato con la Alcaldía para usar una bodega del aula para operar tres estaciones del sistema de RedRío.
“En acta de inicio firmada el 9 de noviembre de 2022 se aclaró que el inmueble tenía humedades y deterioros por las lluvias y, según esta, la Secretaría de Medio Ambiente priorizará el mantenimiento de dicho bien dentro del presupuesto para 2023”.
Este diario buscó a la Secretaría para conocer su postura, contestó que está evaluando la situación.