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Agrarias cumple 110 años: la facultad que sembró la “Nacho” en Medellín

Esta es la historia de una Facultad que empezó como Escuela hace más de un siglo con el propósito de tecnificar los cultivos de café y darle un mejor tratamiento al levante de cerdos y aves.

  • Agrarias cumple 110 años: la facultad que sembró la “Nacho” en Medellín
30 de marzo de 2024
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Fue el 23 de marzo de 1914 cuando la Asamblea de Antioquia creó, mediante la Ordenanza Número 11, la Escuela de Agricultura y Medicina Veterinaria; el departamento necesitaba tecnificar los cultivos de café que ya crecían en grandes plantaciones del suroeste. Los estudiantes podían graduarse como ingenieros agrónomos o como jefes de cultivo.

Han pasado 110 años desde entonces y la historia ha sido simple: lo que empezó funcionando en el leprocomio de Bello fue la piedra fundacional de la sede local de la Universidad Nacional.

En su oficina, el decano Guillermo Vásquez Velásquez cuenta la historia, que ya documentó en un breve texto que publicó en la agenda de la Facultad.

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Su escrito muestra que en ya en 1911 la Asamblea le había ordenado al gobernador, general Pedro José Berrío, que para echar los cimientos de la Escuela contratara “en el exterior, a la mayor brevedad, un profesor de agricultura tropical que, si fuere posible, sea al mismo tiempo veterinario”.

El hombre ya veía el fin de la era del caballo después de que los tractores aparecieran en el mundo a finales del siglo XIX; para no ir muy lejos, los campos de caña en el Valle del Cauca ya empezaban una gran tecnificación, cosa que parecía imposible para las montañas de Antioquia y que, para decirlo rápido, sigue siendo un punto pendiente hoy.

[Descripción: Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional en su centenario.FOTO: EL COLOMBIANO.
[Descripción: Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional en su centenario.FOTO: EL COLOMBIANO.

—El café ya era un vector de exportaciones, necesitaba gente que supiera del cultivo y que administrara las fincas. Antioquia por entonces tenía una agricultura familiar, campesina, de subsistencia, que abastecía los mercados y la seguridad alimentaria de la pequeña Medellín de aquella época. Se cultivaban fríjoles, maíz y había cerdos, gallinas, huevos, queso.

Pero la preocupación iba más allá de los cultivos. La carne que se comercializaba en el Valle de Aburrá no tenía un tratamiento adecuado, además los cerdos sufrían enfermedades que no se trataban, esto sin contar con que el almacenamiento no era el más adecuado.

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Un detalle: las reses se producían en grandes haciendas, por lo que su comercio no era tan extendido como el del cerdo, que los campesinos levantaban en sus pequeñas fincas.

Foto histórica de los primeros días de la centenaria institución de educación. FOTO: Cortesía
Foto histórica de los primeros días de la centenaria institución de educación. FOTO: Cortesía

En 1916, se matricularon en la escuela los primeros 133 estudiantes, de los cuales se graduaron 9 como ingenieros en 1922. En 1927, la Gobernación compró el lote en el que hoy está la sede de la Universidad Nacional: un terreno descampado al margen occidente del río Medellín, muy cerca al cerro El Volador.

El propósito primigenio fue instalar allí la Escuela de Agronomía con salones de clase, campos de cultivos y lugares para levantar pollo, gallinas y cerdos.

La obra de ese edificio, que en 1998 fue declaro Bien de Interés Cultural de la Nación como Patrimonio Material Inmueble, fue del arquitecto Jesús Mejía Montoya. En la inauguración se instaló una enorme puerta de hierro forjado que pervive hasta hoy y que durante décadas ha guardado un secreto.

De esa historia, el profesor Guillermo ha logrado un hallazgo que parece su gran orgullo.

—Esta es una historia que casi no recupero. Perdóneme que sea tan inmodesto. Yo tenía 16 años y tenía un tío que vivía aquí en San Benito, de eso han pasado unos cuarenta o cincuenta años. Mi tío

era, por decirlo de una manera, lo que se llamaba antes un santón, un hombre exageradamente noble y bondadoso. En fin, yo tenía 16 años, él fue profesor aquí en la facultad en 1930 y yo alguna vez tuve que hacer una tarea y le pedí ayuda. Él era abogado. El caso es que, hablando con él, me preguntó que yo qué quería estudiar y le dije que agronomía, aunque yo ahora soy ingeniero forestal. Entonces él me dijo que claro, que justo en la escuela habían puesto nueve mazorcas.

Hasta hace unos cuantos meses, las palabras del tío del profesor Guillermo habían caído en el lodo del tiempo y el olvido. Luego de varias investigaciones, el decano encontró símbolos en la enorme puerta de hierro.

De esto escribió: Tiene “la alegoría del sol radiante iluminando las montañas aradas de Antioquia, las nubes simbolizando el clima de los Andes, un copón central rebosante de frutos virtuosos del campo agrario, y nueve mazorcas abiertas, sin capacho sobre las cañas que nacen desde el suelo fértil en evocación y memoria perenne de aquellos nueve primeros ingenieros agrónomos graduados en la Escuela de Agricultura en 1922”.

Una de las clases en la Escuela de Agricultura y Medicina Veterinaria. FOTO: Cortesía
Una de las clases en la Escuela de Agricultura y Medicina Veterinaria. FOTO: Cortesía

En 1937, por una deuda que la Gobernación tenía con el Gobierno Central, el Departamento entregó la Escuela con su lote al Ministerio de Hacienda, que a su vez lo cedió a la Universidad Nacional de Colombia bajo el nombre de Instituto Agrícola Nacional.

Para ese momento, la Institución solo contaba con escuelas y facultades solo en Bogotá, por lo que Agrarias fue la primera semilla de la “Nacho” por fuera de la capital.

El resto es historia: luego se unió la Facultad de Minas, se crearon las facultades de Ingenierías, Ciencias Humanas y Sociales, pero el mito empezó con Agronomía.

—Esto creció tanto que al final nos quedamos sin nada. Cuando yo llegué como a la decanatura, en ese que era nuestro edificio, no teníamos ni un solo metro cuadrado de la facultad, era de otras facultades y de la sede. Debo decir que el mayor logro que he tenido en 6 años de ser decano es haberle recobrado la identidad a esta facultad, este edificio que nos lo construyeron a nosotros, pero que ya era de los otros, lo recuperamos.

Los departamentos los integramos aquí, en este edificio que fue construido en 1948 por Pedro Nel Gómez y que había perdido; la facultad que estaba en el ostracismo. Mi logro, lo digo muy modestamente, fue haber reunido a la facultad, haberle dado identidad, haber construido un sentido de pertenencia.

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