La publicación de una factura expedida por un restaurante ubicado en el Parque Lleras, en la que quedó consignado cómo en ese sector hay establecimientos que cobran hasta $1.200.000 por un corte de carne, $90.000 por una hamburguesa y hasta $160.000 por una arepa, volvió a despertar un debate por el acelerado incremento de los costos de vida en la capital antioqueña.
Pese a que en medio de la controversia el propietario del restaurante en cuestión, identificado como Hookah, le salió al paso a las críticas y argumentó que nunca se trató de una estafa como las que han ocurrido en ciudades como Cartagena, el episodio fue duramente criticado por decenas de ciudadanos.
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“Manejamos productos que tienen un costo desde los $22.000, como pastas y otros productos. Pero con muchos de los productos, como en la picada, que tiene un costo de $720.000, para ocho personas, en muchos casos les queda hasta para llevar por el tamaño de la misma”, dijo Alejandro Cristalino, administrador encargado del restaurante.
Horas atrás, el líder de Asobares en Antioquia, Juan Pablo Valenzuela, también había aclarado que a diferencia de casos ocurridos en otros destinos turísticos, en los que se aprovecha el desconocimiento de los visitantes para cobrar irregularmente precios inflados, lo ocurrido en el Lleras se relaciona más con el comportamiento de la oferta y la demanda.
“Lo que hemos logrado indagar por parte del gremio es que esto obedece a una actividad de oferta y demanda. Tenemos entendido que el establecimiento ofrece sus servicios a extranjeros y están dispuestos a verificar si hay alguna irregularidad dentro de la cuenta”, dijo entonces Valenzuela.
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Y en efecto, tal como puede leerse en la carta de dicho establecimiento, los clientes pueden toparse con productos como un patacón gratinado puede valer $160.000, pizzas entre $100.000 y $150.000 o unas costillas de cerdo BBQ $150.000
Pese a que en otros lugares de Medellín un rango de precios como el de la carta de Hookah sería imposible de mantener, lo cierto es que en muchos otros establecimientos ubicados en El Poblado la situación es similar.
Por ejemplo, en restaurantes especializados en carnes, cortes como un Tomahawk pueden estar costando desde $495.000, un Porterhouse $365.500 o un filete Cowboy $405.500.
En restaurantes con reconocimientos internacionales, también ubicados en El Poblado, pagar por un menú degustación puede valer desde $487.000, que acompañado de un maridaje de vino puede valer hasta $330.000 adicionales.
Todos estos valores, impensables para millones de ciudadanos que con uno solo de esos platos pueden pagar sus cuentas de servicios públicos, comprar los víveres de una quincena o un mes, o hasta pagar un cánon de arrendamiento.
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Al ser consultado sobre este fenómeno, el economista Carlos Sepúlveda, docente e investigador de la Universidad del Rosario, explica que en el caso de Medellín la explicación del tema parte inicialmente del importante flujo de turistas extranjeros que ha tenido la ciudad en años recientes, que dentro de sus consecuencias inmediatas trae un incremento en la demanda de productos y servicios, generando a su vez un incremento de precios.
A la luz de esa situación, Sepúlveda apunta que en algunos casos los mercados pueden llegar a segmentarse, generando que los cobros adicionales se concentren en los visitantes, pero en muchos casos lo más común es que se genere una reacción en cadena.
“En algunos casos puede darse segmentación de mercados (cobros adicionales a los extranjeros), particularmente en ventas directas (regateo). En otros casos impacta el mercado en general, como en restaurantes formales, donde la segmentación no es posible”, apuntó el profesor.
De acuerdo con las cifras de Asociación Hotelera y Turística de Colombia, tan solo para 2022, Medellín habría registrado la cifra récord de 1,4 millones de visitantes, la mayoría provenientes de Estados Unidos y Centroamérica.
Dicha reacción en cadena, retoma el docente, suele darse de manera gradual, primero en establecimientos como restaurantes, hoteles, sitios de diversión y arriendos de corto plazo, pero luego empieza a sentirse en otros sectores económicos vinculados.
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Esta situación, entre muchas otras variables, explica por ejemplo como en febrero pasado, Medellín fue una de las ciudades que mayores incrementos anuales en el costo de vida experimentó en el país, siendo solo superado por otras ciudades de la costa Caribe.
Si bien con corte a abril de este año la ciudad sufrió una desaceleración mensual en la inflación, siendo la segunda ciudad colombiana en donde menos subió el costo de vida, la variación anual, situada en el orden del 7,41%, sigue estando por encima del promedio nacional.
De igual forma, según cifras de febrero pasado, el Dane mostró que las categorías en las que más se había disparado la inflación en Medellín habían sido las bebidas alcohólicas y el tabaco (13,8%), el transporte (13,02%), los restaurantes y hoteles (12,76%), la educación (12,6%), la salud (11,04%) y los servicios públicos (10,68%).
