REUTERS - El expresidente de Sudáfrica y Premio Nobel de la Paz Nelson Mandela descansa ya para siempre junto a una pequeña colina de Qunu, una modesta aldea rodeada de praderas en la que pasó su infancia y donde este domingo fue enterrado, cumpliendo su expreso deseo.
REUTERS - Una estela de luto formada por su viuda, Graça Machel, su segunda esposa, Winnie Mandela, y el actual presidente de Sudáfrica, Jacob Zuma.
REUTERS - Han sido diez días de luto oficial desde que murió el pasado 5 de diciembre a los 95 años, tiempo en el que hubo espacio para la consternación por la noticia, la celebración de su legado, la tristeza de la capilla ardiente y el emocionado último adiós en su sepelio.
REUTERS - Los habitantes de Qunu convivieron con él, y algunos lo recuerdan como un amigo cercano, pero hoy no pudieron asistir al funeral de Estado que se celebró a escasos metros de sus casas, porque era un acto reservado para familiares, mandatarios políticos y personalidades públicas.
REUTERS - La ceremonia se celebró bajo una inmensa carpa blanca en la que no entraba la luz del día.
REUTERS - El féretro de Mandela llegó en procesión al compás de marchas militares, transportado por un camión del Ejército, escoltado por la guardia de honor y cubierto con una bandera sudafricana, mientras sonaban salvas disparadas por cañones.
REUTERS - Allí se dieron cita cerca de 5.000 personas, entre ellas varios jefes de Estado, miembros de familias reales como el príncipe Carlos de Inglaterra o Alberto de Mónaco, empresarios famosos como Richard Branson, personajes televisivos como Oprah Winfrey o activistas políticos, como el líder del Sinn Fein, Gerry Adams.
REUTERS - Porteado hasta el interior de la carpa por generales blancos y negros en perfecta armonía, un ejemplo más del resultado de su vida, el ataúd fue depositado sobre un escenario blanco con 95 velas encendidas y una gran imagen de su rostro, siempre sonriente.
REUTERS - Porteado nuevamente por generales, entre salvas de pólvora y el ruido de aviones de combate y helicópteros militares sobrevolando la verde pradera de Qunu, el ataúd fue trasladado junto a una pequeña colina donde aguardaba su espacio para el eterno descanso.