Manuel Saldarriaga - Como si fueran parte del decorado de la ciudad, los tenis viejos se ven colgando de los cables del alumbrado público. Casi no hay barrio en que no haya al menos un par de éstos atados por sus cordones, llamando la atención de los transeúntes.
Manuel Saldarriaga - Al mirarlos, uno piensa: ¿qué historia encierran? ¿Quién los calzó con esmero para jugar al fútbol en una polvorienta cancha o el pavimento? ¿Cuántos goles marcaron?
Manuel Saldarriaga - "¡Esos son los tenis míos " Gritó orgulloso un niño, mientras yo tomaba una fotografía con ciudad al fondo. Contó que se le rompieron de tanto jugar fútbol y decidió lanzarlos al aire para que quedaran colgados allí como un trofeo. Para seguir mirándolos.
Manuel Saldarriaga - Porque él -al igual que todos los que actúan así- no se resignó a la idea de que se acabaron ya esos compañeros de andanzas y de juegos, y quiso rendirles un homenaje de gratitud por tantos goles y alegrías compartidas.