Los caficultores están en el arranque de un nuevo año cafetero que va desde octubre de este 2019 a septiembre de 2020. Además de la rentabilidad del sector, el comportamiento de los precios del grano en los mercados internacionales, la evolución de la tasa de cambio del dólar y las eventuales variaciones climáticas, el radar de los productores en Colombia está centrado en elevar la calidad del producto y aprovechar las oportunidades de rebajar los costos gracias a las posibilidades que empiezan a ofrecer el tren desde La Dorada, Caldas, hasta Chiriguaná en la costa Caribe e, incluso, el río Magdalena.
Así lo afirma el gerente de la Federación Nacional de Cafeteros, Roberto Vélez, quien en diálogo con EL COLOMBIANO precisó que ya se están ejecutando los pilotos para sacar el café desde Barrancabermeja hasta los puertos del Atlántico.
En un entorno complejo, en el que por variables externas los ingresos de los cultivadores apuntan más a la contracción que al alza, poniendo en riesgo su permanencia en el negocio, Vélez enfatiza en que el objetivo del gremio es que esto no ocurra.
Finalizado el año cafetero 2018-2019, ¿cuál fue la foto?
“Es buena. Terminamos con una cosecha de 13,7 millones de sacos producidos, 13,4 millones de sacos exportados que es una cantidad inmensa y un precio promedio relativamente destemplado, que algo le aporta al cultivador en la medida en que estuvo por encima de los costos de producción. Además, una caficultura que aspiro a que al cierre de este año llegue a 84.000 hectáreas de cafetales renovados, es decir una actividad que sigue su proceso de rejuvenecimiento para darle un impulso a la productividad”.
Lo hemos visto muy activo hablando con la industria de tostadores, con las empresas y comercializadores tratando de hacerles entender que esta es una cadena que genere rentabilidad para todos. ¿Qué se ha logrado?
“Hemos tocado puertas y mostrado que esta es una cadena en la que todos somos corresponsables, que empieza en el productor que es tal vez el eslabón más delgado, pero es el único indispensable. Hemos creado consciencia, y es así como el tostador o comprador más grande del país, Starbucks, cuando la carga de 125 kilos se pagaba a 700.000 pesos cerró negocios por encima de los 850.000 pesos. Ellos preguntaron por el costo de producción y la rentabilidad esperada, y estuvieron listos a pagar ese valor. Es así como otros están hablando de pagar un precio fijo sin pasar por la bolsa de Nueva York. También hay inquietud por una eventual desaparición de los cafés de otros países y que el mercado dependa solo de Brasil y Vietnam”.
Usted también es de los que plantea una comercialización del café por fuera de la bolsa de Nueva York, ¿qué avances observa?
“Hay contratos y se han hecho ventas, no en los volúmenes que uno quiere. Lo más importante también es empezar a crear la consciencia de que la industria no puede estar comprando café por debajo de los costos de producción a los cultivadores”.
¿Y eso está pasando?
“Sí y está pasando en Colombia. Pero, en la medida en que el precio interno sea mayor a los 830.000 pesos, el productor está ganando plata y en medio de todo este ha sido un año curioso, pues cuando el precio estuvo bajo (en agosto) no hubo café. Ahora con la cosecha hay precios superiores a los 800.000 pesos (810.000 pesos para este fin de semana). También vemos aumento en las ventas a futuro, un mecanismo con el que la gente vende las cosechas de 2020 y 2021 a mejores precios. Hay quienes han vendido el grano a 900.000 pesos. Ese es un avance en la construcción de una base distinta para una caficultura rentable”.
En el foro mundial de productores de café, celebrado en Brasil en julio, el profesor Jeffrey Sachs advirtió que la caficultura es de grandes jugadores y que los pequeños cultivadores no sobrevivirán. ¿Cómo aplica esa visión en Colombia donde el 96 % de los cultivadores (518.400 familias) están en ese rango, es decir tienen entre 1 y 5 hectáreas?
“En ese análisis se dice que los países de bajas productividades van a tener que desaparecer. Diría que nosotros estamos en el rango medio, así que en esa parte no nos toca muy duro y aspiro que podamos terminar este año con una productividad de 20 sacos por hectárea. Brasil, el principal productor tiene 29, y en Etiopía, Uganda y otros tienen 4 y 5 sacos por hectárea, así que es a ellos a los que hacía referencia Sachs. Lo que si me dejó preocupado es que dijera que la caficultura de pequeño porte está llamada a desaparecer, porque no se puede tecnificar ni mecanizar y no puede competir. Pero, yo sigo pensando que la respuesta de Colombia a esa amenaza está en la calidad”.
¿Hay alguien empujando a Colombia para sacarlo del mercado?
“Si uno le hace caso a Sachs, el café le pertenecerá a países con grandes extensiones y posibilidades de mecanización, entonces ¿cerramos y nos vamos? Pues no, no nos vamos a dejar sacar”.
Si la calidad es la llave, esta necesitará estrategias, apoyo, planes y recursos para hacerla girar...
“Sí y también es necesario volverla a afinar. Si quitamos los últimos cinco años la productividad del país daría en promedio entre 10 millones y 11 millones de sacos por año, así que haber subido a 14 millones nos conduce a hacernos una pregunta: ¿tenemos la infraestructura para la poscosecha, para hacer un buen beneficio del grano y su secado? La respuesta es no. Así que buena parte de ese café que se recolecta no se beneficia bien y tiene problemas de calidad”
¿Con cuáles expectativas está arrancando el año cafetero 2019-2020?
“Desde el punto de vista de producción estamos montados en unos ciclos claros de 14 millones de sacos, eso sí, sin cambios climáticos que los modifiquen. Creo que la cosecha estará entre 13,5 millones y 14 millones de sacos para este y los próximos cuatro años. También pienso que podemos tener unos mejores precios internacionales. Hablando con expertos extranjeros prevén precios de un dólar o 1,20 por libra, pero aquí el gran enigma es el comportamiento que tendrá la tasa de cambio del dólar”.
Cifras de la Organización Internacional del Café (OIC) señalan que hubo una diferencia de 4,05 millones de sacos entre la producción y el consumo en el año cafetero que terminó el 30 de septiembre. Es decir, hay sobreoferta y en ese contexto el precio difícilmente repuntará...
“Esa es una cifra que no es muy grande y esa medición se obtiene de una suposición en los niveles de consumo. Si nosotros en Colombia no somos capaces de saber de manera correcta cuál es el consumo interno, eso mismo pasa en el mercado internacional. ¿Cuánto es el consumo de Estados Unidos o de Europa? No sabemos. ¿Cómo está creciendo el consumo en China? No sabemos, solo hay algunos indicativos. Pero, si el descalce entre producción y consumo fuera tan violento los inventarios en los países consumidores deberían estar aumentando y eso no está ocurriendo. Así que desde el punto de vista de la demanda, ¿no estaremos creciendo más de lo que hemos pensado? Esto demostraría que el mundo necesita 3 millones de sacos más cada año, así que no hay que tenerle miedo a una mayor producción. Lo que es claro es que no nos podemos desenfocar y apostarle a una carrera desaforada de mayores volúmenes del grano. En nuestro caso estamos concentrados en unos 14 millones de sacos y la meta es saber cómo darles más valor para mejorar los ingresos de los productores” (ver Para saber más).
¿Cómo le explica usted la cifra de los 14 millones de sacos por los próximos cinco años al Gobierno cuando este pide que hay que llegar a 18 millones de sacos y hasta más?
“Se la explico de una manera clara. En materia de café las cosechas corresponden a los cultivos que están entre los dos y seis años de edad. Con ese parque cafetero y las tasas anuales de renovación de cafetales (10 %) vamos a mantener esa producción. Si queremos más volumen habrá que aumentar las inversiones para renovar los sembrados a niveles de 15 % anual, pero eso será algo que ocurrirá en dos o tres años, no será algo inmediato” .
*Por invitación de la Fedecafé..