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David Vélez democratizó la banca y se hizo el hombre más rico de Colombia

Esta semana, Nubank debutó en la bolsa de Nueva York, donde alcanzó una valoración de $45.000 millones de dólares, así Vélez se convirtió en el hombre más rico de Colombia.

  • En la imagen principal, David Vélez ahora el hombre más rico de Colombia. En la del extremo derecho, la entrada de la empresa en la Bolsa de Nueva York. FOTO getty images
    En la imagen principal, David Vélez ahora el hombre más rico de Colombia. En la del extremo derecho, la entrada de la empresa en la Bolsa de Nueva York. FOTO getty images
12 de diciembre de 2021
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David Vélez —creador y CEO de Nubank; nacido en 1981, en Medellín; criado entre Costa Rica y Estados Unidos; y graduado en la Universidad Stanford— se convirtió en el hombre más rico de Colombia en menos de 24 horas. Con la entrada de Nubank a la bolsa de Nueva York, superó a los banqueros Jaime Gilinski y Luis Carlos Sarmiento; haciendo en horas lo que a ellos les tomó décadas.

Los nuevos millonarios cambian las reglas establecidas del mercado sin venir de familias ricas o recibir favores políticos. Muchos tuvieron la fortuna de estudiar en una gran universidad del mundo y de estar cerca de Silicon Valley. Y ese cambio de reglas consiste en encontrar las incertidumbres del sistema y solucionarlas. Nubank, justamente, es una muestra de esto. Dice en su página web: “Desafiamos la complejidad de los servicios financieros a través de tecnología y una experiencia simple, humana y transparente”.

¿Qué hace a la idea de Vélez tan exitosa? ¿Por qué se convirtió en el hombre más rico de Colombia? Cuando Nubank llegó a Colombia el 7 de octubre de 2020, dijo que estar en Silicon Valley le enseñó que un emprendedor solucionaba problemas. Aquí el corazón de la idea: los nuevos millonarios van más allá de la explotación de los recursos, o del atesoramiento único de un capital, entregan soluciones para la gente común: servicios de transporte puerta a puerta, ventas por domicilio, aplicaciones web que ayudan a medir deficiencias renales o cardiacas.

Dijo por entonces David Vélez: “Solo al salir a coger un taxi, o a montarse en el metro... uno se da cuenta de que la trayectoria del día a día de cualquier ciudadano latinoamericano está llena de puntos de fricción, de ansiedad, donde uno siente que las cosas no funcionan como deberían funcionar; cada punto de fricción genera una oportunidad para ser resuelto”.

Ese punto de fricción, ese golpe con la realidad del sistema, le sucedió a David Vélez una tarde en un centro financiero de Sao Paulo. Por entonces Vélez era un joven de unos 30 años y necesitaba abrir una cuenta bancaria, sin embargo, todo se convirtió en una acumulación de molestias. Lo primero fue que se encontró con los guardias de seguridad, quienes lo hicieron regresar cuando al atravesar el detector de metales se disparó en alarmas por las llaves y el celular en su bolsillo. Tuvo que salir del edificio, guardar sus pertenencias en un locker y, de nuevo, ingresar.

“Pensé que iba a ser fácil, que en diez minutos iba a tener mi cuenta. Pero eso fue como entrar a una cárcel. Volví a entrar, esperé 45 minutos para hablar con un tipo que desde el primer momento me dejó muy claro no me quería ayudar, me hacía sentir que me estaba haciendo un favor abriéndome una cuenta bancaria. No era yo, el consumidor, a quien él quería ayudar, era lo contrario: ellos me estaban haciendo un favor a mi abriéndome una cuenta bancaria y dándome una tarjeta —dijo Vélez en su conferencia de octubre de 2020—. Así empezó un proceso de casi cinco meses donde debí gastar unas quince o veinte horas llevando más papeles a esa sucursal para después recibir una cuenta que me cobraba cientos de dólares al año y una tarjeta de crédito que cobraba una de las tasas de interés más altas del mundo”.

Tras la mala experiencia, Vélez se dedicó a investigar el panorama de la bancarización en Brasil, se encontró que como en el resto de Latinoamérica, más del 50 por ciento de la población guardaba sus pocos ahorros, o su salario, en el nochero o debajo del colchón. “Empecé a hablar con amigos sobre por qué funcionaba de esa forma el mercado; me decían que no se podía hacer nada, que esa era la forma cómo siempre ha funcionado”.

Una de las cosas que le quedaron claras rápidamente a Vélez es que los bancos del siglo XXI no podían excluir a los ciudadanos, esos millones que durante décadas habían quedado al borde porque no tenían los ingresos suficientes o que no podían pagar las cuotas de manejo de los diferentes productos.

Hoy Vélez es el hombre más rico de Colombia porque abrió el espectro y, como reza el mantra moderno: cambió la experiencia de estar en un banco, le quito la exclusividad.

Ya ha dicho varias veces que se dio cuenta de que en un mercado concentrado, donde el negocio está en manos de unos pocos —cinco bancos tienen el 80 por ciento del mercado en Brasil, igual sucede en México y Colombia—, el último eslabón es el cliente, así recibe mala atención, malos servicios y termina perdiendo.

Nubank nació en 2012 con doce clientes, quienes eran el equipo de trabajo, nadie más. Sin embargo, en 2018 ya tenía siete millones de clientes. Ese año se convirtió en un unicornio, superando los mil millones de dólares de valorización y en una de las diez compañías de América Latina más innovadoras de 2018, según Fast Company.

En su presentación como empresa, Nubank expone sus banderas: Cien por ciento humano; cien por ciento digital y cero pesos en la cuota de manejo. Quizá todo se podría resumir en una premisa simple: no hay letra pequeña en los contratos, las condiciones vienen de frente. Solo con estos tres pilares, Nubank se convirtió en la primera opción de los jóvenes brasileros a la hora de bancarizarse, pues no querían los antiguos modelos con los que se sentían un poco perdiendo. Quizá lo más atractivo es que este banco —dice Vélez— es una empresa de tecnología: una app.

Es paradójico, el primer producto de Nubank fue una tarjeta de crédito, todo un cliché. Sin embargo, cambiaron la manera de adquirirlo, se aprobaba en minutos. “El producto en sí no es disruptivo, pero la forma de obtenerlo, sí”, dijo en su momento Vélez. Años después, el 80 por ciento de los clientes que adquirieron la tarjeta cancelaron las que tenían en otros bancos, el 20 por ciento restante estaba viviendo su primera experiencia crediticia.

El crecimiento fue tan rápido que luego abrieron un programa de recompensas, pasaron a las cuentas bancarias —ahorros y corriente— y terminaron con créditos de consumo. Para los jóvenes, y como sucede hoy con todos los desarrollos digitales, Nubank se convirtió para muchos en una tendencia. “Nuestros clientes no compran nuestros productos, compran nuestra cultura”.

Como si se tratara de una bandera de principios, donde mostrarse rico no es una prioridad —hay que recordar el minimalismo de Steve Jobs—, Vélez le dijo a la revista Forbes en 2020: “¿Ser multimillonario? Esto me tiene sin cuidado. Recibo mi energía y mi motivación de ver que estamos construyendo algo que soluciona un problema, la vida de las personas, que está haciendo un impacto en la sociedad (...) El valor de la compañía es una consecuencia de buscar solucionar un problema a gran escala, no es el fin, es una consecuencia. No tardo tiempo pensando en eso, sino enfocado en cuál es el próximo mercado, cuál es el próximo producto, el próximo gran paso en nuestro proceso de crecimiento”.

Como sucede con las búsquedas de Google, o el servicio al cliente de Amazon, Nubank estudia las audiencias, sus problemas y alegrías. Así, se han encargado de crear productos que respondan a las necesidades de los usuarios —porque no hay clientes, hay usuarios—, de esta forma sienten que son escuchados, que tienen voz dentro de la compañía donde tienen su dinero.

Como si se tratara de literatura o de filosofía, la historia de Nubank se resume en un tema, en una idea: David y Goliat, el menospreciado que vence al bendecido. Esta es la historia repetida de Silicon Valley, el lugar desde donde se han cambiado las reglas del emprendimiento en el mundo. Al final de cuentas, se trata de un relevo generacional.

Hoy, ante ese cambio de modelo, ante el relevo generacional, donde se propone distribución de la riqueza y de los servicios, hasta los políticos han salido a pescar en río revuelto. Gustavo Petro dijo en Twitter: “Este es el hombre más rico de Colombia. Su banco hoy vale US$50.000 millones, es virtual y entrega créditos a sus clientes, sin necesidad de que estos sean propietarios o sean fiadores. Garantiza el crédito con la información que el cliente tiene en ‘la nube’ de datos”.

Para muchos es toda una incógnita cómo un hombre sin familia millonaria, sin amigos políticos, se convirtió en el hombre más rico de Colombia en tan solo horas. Quizá la respuesta sea simple: democratizar las finanzas, los servicios, poner a los usuarios —no al cliente— en el centro de importancia .

Nubank nació en 2012 para solucionar problemas asociados a los trámites bancarias. Apenas ocho años después, la empresa es la entidad financiera más valiosa de América Latina.

40
años tiene David Vélez, el colombiano más rico del mundo, según Forbes.
10.200
millones de dólares vale el patrimonio de David Vélez, según Forbes.
45.000
millones de dólares es la valorización de mercado de Nubank.
2013
fue el año en que iniciaron las operaciones de Nubank en Brasil.
2
millones de dólares de fondos de inversión fue el capital con el que inició Nubank.
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