language COL arrow_drop_down

“La mejor política industrial es la que sí existe”: Saúl Pineda Hoyos.

El ex viceministro de Desarrollo Empresarial presentó su libro “Un futuro para el olvido: las políticas públicas entre la pandemia y la indignación”.

  • “Un futuro para el olvido: las políticas públicas entre la pandemia y la indignación” es el título del libro que el ex viceministro de Desarrollo Empresarial, Saúl Pineda Hoyos, presenta en la Filbo. FOTO cortesía
    “Un futuro para el olvido: las políticas públicas entre la pandemia y la indignación” es el título del libro que el ex viceministro de Desarrollo Empresarial, Saúl Pineda Hoyos, presenta en la Filbo. FOTO cortesía

En visita al periódico EL COLOMBIANO, el ex viceministro de Desarrollo Empresarial, Saúl Pineda, nos contó que se ha dedicado durante este último año, después de su retiro del Ministerio de Comercio, a escribir un libro sobre el impacto de la pandemia y el estallido social en América Latina y Colombia, particularmente, en la aceleración de un nuevo escenario para la construcción de las políticas públicas en la región.

También nos contó que en ese libro, que se lanza este fin de semana en la Feria Internacional del Libro de Bogotá (Filbo), nos ofrecerá su testimonio sobre las políticas públicas de desarrollo productivo que le tocó liderar en su paso por el ministerio de Comercio, Industria y Turismo.

En uno de los capítulos centrales del texto se afirma que “la mejor política industrial es la que sí existe”, y menciona las tareas pendientes y de los desafíos que hoy enfrenta Medellín.

¿Cuál es la síntesis del libro?

“Mi libro es un testimonio de estos últimos 30 años de compromiso activo con la gestión de las políticas públicas en mi país y en América Latina. Pero, sobre todo, constituye una reflexión sincera sobre los desafíos que hoy enfrentan esas políticas públicas en medio de la pandemia y la indignación, que cambiaron para siempre el escenario de su formulación y ejecución. En primer lugar, menciono la construcción del Plan Estratégico de Medellín y el Área Metropolitana (1995–1998), que está en la base de las profundas transformaciones económicas, urbanas y sociales que ha experimentado la ciudad en los últimos 25 años. En la actual coyuntura, en la que Medellín parece haber perdido el rumbo de los consensos, ese ejercicio de la cooperación público – privada de largo plazo, que impulsó en su momento el Plan Estratégico, podría dar la clave para la reconstrucción de las políticas que construyen el bien común en la ciudad y en la región. En segundo lugar, señalo las nuevas oportunidades de la integración regional —a partir de mi experiencia en la Comunidad Andina (2002–2006)— para enfrentar con mayores certezas los desafíos de esta coyuntura global, que ha vuelto a poner en valor las alianzas entre nuestros países para enfrentar con mayores certezas las nuevas tendencias globales de la política y la economía. Y finalmente, me ocupo de la política de desarrollo productivo que condujimos al lado del ministro José Manuel Restrepo, desde el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo (2018-2021), en medio de una inédita pandemia, que construyó sobre lo construido e innovó en muchos de sus programas para mover la aguja de la productividad del tejido empresarial colombiano. Como nunca, en esta coyuntura ha resultado visible el hecho de que las aproximaciones convencionales a las políticas públicas, desde la arrogante tiranía del mérito o desde populismos fracasados, hacen parte del inventario de un futuro para el olvido”.

¿Dónde radica la fuerza de esas políticas de desarrollo productivo que usted lideró al lado del ministro Restrepo?

“Se atribuye a Carlos Solchaga, ministro de Industria y posteriormente de Economía, en el gobierno de Felipe González en España, una frase que hizo carrera en Iberoamérica: «la mejor política industrial es la que no existe». En Colombia, por su parte, posiciones todavía más ortodoxas, al comienzo de la apertura económica, en los años noventa del siglo pasado, solo se atrevieron a admitir que «la mejor política industrial es —simplemente— una buena política macroeconómica». En completo distanciamiento con esas tendencias, con el ministro José Manuel Restrepo y con nuestro equipo de trabajo en el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, consideramos desde el comienzo de nuestra gestión que esas posiciones encontraban poco sustento en la realidad empresarial de los países. Para nosotros era evidente que la mejor política industrial es la que sí existe. En otras palabras, nuestro equipo siempre tuvo la convicción de que una buena política industrial es una estrategia moderna de desarrollo productivo, es decir, aquella que promueve acciones integrales, ajustadas a las nuevas realidades del tejido empresarial del país”.

¿Qué estrategias traza para aumentar la productividad y competitividad?

“No hay duda, que la estrategia de mayor impacto fue la de financiación como resultado del rol protagónico cumplido por Bancóldex y el Fondo Nacional de Garantías en el apoyo a la reactivación de las empresas durante la pandemia. Solo en los tres primeros años de gobierno, a través de las operaciones de Bancóldex y el Fondo Nacional de Garantías, se había establecido una cobertura de un total 700.000 empresas con acceso a financiamiento a través de créditos de redescuento y movilización de garantías en todo el territorio nacional, lo cual implicó llegar a más de 40% del tejido empresarial formal. Pero también debo señalar que el programa más emblemático de la política industrial en marcha ha sido el de Fábricas de Productividad. En solo 3 años de trabajo con las cámaras de comercio del país construimos una base de 857 extensionistas o mentores empresariales para mover la aguja de la productividad directamente en las plantas de las empresas, en nueve líneas de atención, entre ellas las de transformación digital, productividad operacional y gestión de la calidad. Al concluir el tercer año del programa este había llegado a 28 regiones del país con el compromiso de 56 las 57 cámaras de comercio. Eso permitirá que la cobertura de las intervenciones llegue a más de 4.000 empresas en los cuatro años de gobierno. Antioquia tuvo un gran liderazgo en este proceso, con 783 intervenciones en un total de 544 empresas hasta el presente y cambios superiores al 32% en su productividad. Déjeme, por último, mencionar como otro programa estrella el apoyo que ofrecimos a las 112 iniciativas clúster (conglomerados productivos) existentes en 25 departamentos del país, con el propósito de diversificar y sofisticar la oferta productiva en los sectores industrial, agroindustrial y de servicios, en toda la geografía nacional. Las 10 iniciativas clúster de Antioquia se encuentran entre las más de mayor madurez y las de mejores resultados. El legado dejado por estos tres hitos de la política de desarrollo productivo, debe ser adoptado y escalado por el próximo gobierno”.

¿Qué avances reconoce el texto?

“El libro reconoce avances muy importantes en el Sistema Nacional de Competitividad e Innovación, desde el año 2006, así como en el papel protagónico que las cámaras de comercio y las Comisiones Regionales de Competitividad han cumplido en ese sistema. De igual manera, reconoce la existencia de una política de desarrollo productivo de largo plazo, en el marco del documento Conpes 3866 de 2016, en cuyas líneas de política pública y programas específicos avanzamos en los 3 años que me correspondió liderar la política industrial del país. Las acciones que desplegamos en materia de financiamiento, emprendimiento, formalización, innovación, calidad y productividad, construyen sobre lo construido en esas políticas, al tiempo que las proyectamos como políticas de Estado, porque se trata de acciones que superan el período de varios gobiernos. La Ley de Emprendimiento, liderada en su momento por Ignacio Gaitán, como presidente de Innpulsa, también se encuentra en esta importante senda de avances de largo plazo. El desafío a futuro es cómo desarrollamos esa importante Ley en beneficio de las mipymes”.

¿En qué frentes recomienda fortalecer?

“El libro habla de los desafíos de las políticas de desarrollo productivo en nuestra nación. Colombia es el país que menos invierte en términos de gasto per cápita en estrategias de desarrollo productivo entre los países de la OCDE. Y a ello hay que agregar las restricciones presupuestales. Una muestra de ello es que el presupuesto nacional de inversión del sector de minas y energía para el año 2022 es 10 veces mayor que el del sector comercio, industria y turismo y 2,5 veces superior que el del sector de agricultura. De esa manera es difícil hacer políticas de apoyo a los empresarios. El libro pone en evidencia el bajo grado de conexión entre las políticas de desarrollo productivo y la estrategia exportadora del país. Así lo explica el hecho de que, a pesar del repunte de las ventas externas del país en 2021, estas solo habían llegado prácticamente a los niveles de 2010, como consecuencia del repunte de las exportaciones petroleras, pero con una baja incidencia de las exportaciones agrícolas e industriales. La diversificación exportadora es una condición central en el crecimiento sostenido de largo plazo del país. La Misión de Internacionalización (2021) también ha puesto el dedo en la llaga. Y así lo destaco en mi libro. Después de más de 25 años de políticas productivas y de competitividad, las empresas colombianas siguen mostrando bajísimos niveles de apropiación de la ciencia, la tecnología y la innovación. La inversión en Investigación y Desarrollo (I&D) en Colombia, que representa un 0,28% del PIB, se encuentra por debajo del promedio de América Latina (0,35%) y lejos del promedio de la OCDE (2,36%). Estas cifras son las que explican el bajísimo nivel de internacionalización de nuestras empresas”.

¿A quiénes corresponde hacer la tarea?

“Como bien lo ha demostrado el Consejo Privado de Competitividad, el 65,3% del crecimiento de la productividad de las empresas depende de sus esfuerzos internos. Pero es evidente que se requiere de un Estado activo en políticas de desarrollo productivo para que las empresas logren llegar a los mercados como resultado de esas transformaciones internas. En los próximos años es clave preservar la cooperación público – privada y la condición de un estado promotor de la iniciativa privada, tanto en el orden local como nacional, para consolidar los avances obtenidos”.

¿Traza metas de corto, largo y mediano plazo? ¿Cuáles?

“Así es. El libro señala metas de las estrategias de desarrollo productivo en varios frentes. En materia del programa de Fábricas de Productividad señala como promisoria la meta del Conpes de Reactivación, que formula, como una cifra razonable, la posibilidad de llegar a 5.000 intervenciones anuales en las empresas a partir del año 2024. De igual manera, el libro recoge los planeamientos de la Misión de Internacionalización (2021), para señalar que el país debería avanzar hacia exportaciones del orden de los US$2.000 per cápita, para ponerse a tono con el tamaño de su economía y, al menos, llegar al promedio de América Latina. Hoy esa cifra se encuentra en la mitad de la tarea (unos US$1.000 per cápita). Pero, en el libro insisto que el país tiene que ser más ambicioso, para que sus políticas sociales y de desarrollo productivo impacten realmente sus índices de pobreza e inequidad, que hoy siguen siendo escandalosos en el contexto de América Latina. Solo una reducción de la pobreza relativa por debajo del 20% —la pandemia elevó esté índice por encima del 40%— le permitirá al país mejoras sustanciales como las que han logrado Uruguay, Chile, Perú, Paraguay, Argentina en sus índices de equidad. De lo contrario, las políticas públicas y los dirigentes que las agencian seguirán siendo objeto directo del malestar ciudadano y, especialmente, de los más jóvenes”.

¿Qué referencias marcan Antioquia y Medellín?

“Medellín y Antioquia, que son el origen de mi compromiso con las políticas públicas de desarrollo, son referencia obligada en mi libro. Medellín lo es por su carácter de ciudad emblemática de las estrategias de planeación urbana y de metrópoli innovadora que destaco en mi libro, en el que también comparto mi profunda preocupación por el camino que hoy ha tomado la administración de la ciudad. Por eso señalo que retomar el rumbo de los aportes del Plan Estratégico (1995–1998) podría dar claves para retomar el rumbo de Medellín y el Área Metropolitana. Y, en todo caso, Antioquia siempre seguirá siendo un referente muy importante de la forma como se pueden escalar las intervenciones de las políticas y programas de desarrollo productivo a partir del trabajo conjunto entre la nación y las instituciones regionales”.

¿Por qué cree que la gente debe leer un libro con un título tan provocador, que parece tener un tono más bien pesimista?

“El título de este libro es más que una provocación. Aunque en principio pueda parecer pesimista, tiene para mí un alto significado. Es la apuesta por un mejor futuro, por un futuro que aún está por construir, un futuro que no puede ser dejado en manos de alguna providencia divina, que es ahora más que nunca nuestra responsabilidad y, por imperativo categórico, de las políticas públicas. El futuro para el olvido es el que ya no existe. No vale la pena comprometerse con él. Las acciones desplegadas y las propuestas concretas que contiene el libro apuntan a un mejor futuro. Ese sí para el recuerdo”.

Te puede interesar