Con la posesión de la mayoría de los magistrados de la Jurisdicción especial para la paz (JEP), las expectativas y los reproches en relación con esta iniciativa especial de justicia penal están por los aires.
La retórica que adorna a la JEP o que la embiste no es tibia. Sus promotores la pintan como la última maravilla de la justicia transicional; sus detractores como una farsa.
Las personas victimizadas están atentas a lo que pase con la JEP: intuyen manipulación, pero su ilusión es más fuerte que el cinismo. Aguardan, paciente e impacientemente; no tienen mucha opción. Aunque se habla mucho de víctimas, sus voces no fueron determinantes en el arreglo. Todo esto es, supuestamente, para favorecerles. Todo está por verse.
Los perpetradores (tanto...