Más de tres cuartas partes de la economía nacional descansan sobre las Pyme. Sigla que denota Pequeñas y Medianas Empresas y se queda corta para la interpretación que merece: empeños soñadores de líderes que se atrevieron, con la desnudez de su talento, a juntar ahorros de familiares, poner su empeño en una idea y sacarla adelante.
Con la expectativa de hacer empresa, generar empleo para familiares y si los buenos resultados lo permiten, “trabajito” para otros.
Las Pyme son a simple vista pequeños, pero después de revisarlo, grandes emprendimientos que vuelan gracias al ímpetu de quienes los defienden.
No viven con lujos, no porque no se los puedan permitir, sino porque valoran la austeridad. Hacen mucho con poco y la eficiencia es regla de supervivencia. Su departamento de sistemas será un par de computadores, y los cuadernos de siete columnas todavía cumplen sus propósitos.
En las Pyme los accionistas no se reúnen anualmente y risas con oes –¡jojojo!– en medio de un café y canapés. Los accionistas de las Pyme trabajan allí mismo, se reúnen diario a tomar tinto con el desayuno. Se ríen con aes –¡jajaja!– en un ambiente familiar.
En las Pyme los reportes de desempeño no se leen en cartillas bien ilustradas con un resumen anual, sino en el día a día: pulcritud de baños, disposición ordenada de basuras, y cuidado de dejar innecesariamente luces prendidas.
El desempeño económico de estos pequeños gigantes sueños, es una consecuencia de lo que se hace. No se promete nada, pero se busca todo. Los individuos que allí trabajan se entregan para cuidar ese empleo que les ha permitido a ellos y sus familias crecer. No hacen planeaciones estratégicas ni ejercicios anuales de presupuesto. Su olfato es “suficiente”. Difícilmente en su nómina se admiten títulos de maestría o doctorado. La actividad económica aún no lo justifica. Su producción se apoya en el talento que los que allí trabajan han desarrollado con el tiempo y en el que se han vuelto expertos. Oficios “artesanales” y a la medida.
Las Pyme en Colombia son un piñón de un engranaje productivo más grande y que se mueve de forma solidaria. Proveen bienes y servicios de un sector productivo de mayor envergadura: empresas de mayor calado, probablemente listadas en bolsa y con gobiernos corporativos exigentes y plazas laborales que requieren “profesionales” con una educación diferente a la de las Pyme.
Entre Pymes y grandes empresas existe una relación de dependencia simbiótica –como existe con el sector público, otra conversación–. Sin las Pyme la economía no se dinamiza para encontrar las necesidades que industrias más sofisticadas pueden satisfacer. Y estas industrias más sofisticadas, a su vez, no encontrarían un punto de operación eficiente sin abastecerse de bienes y servicios que abastecen las Pyme.
En resumidas cuentas, la economía es solidaria. Grandes empresas necesitan de las pequeñas y estas a las grandes.
Según el diccionario, Solidaridad es la adhesión circunstancial a la causa de otros. Una significación transparente para el escenario económico descrito. Solidus, raíz latina que significa sólido o macizo. Una palabra antigua que comparte etimología en castellano, inglés, italiano, francés y alemán. Cosa que no pasa con palabras más modernas como Subasta (traducciones en diferentes idiomas la delatan).
Este escenario adverso de pandemia permite revisar hábitos de consumo y despertar sentimientos solidarios. Recordar que el bien de otros es el bien propio. Comprar local hará la diferencia en la reactivación económica nacional. Será necesario admitir diferencias respecto a productos internacionales, pero también el impacto que tiene alimentar empleos locales y sueños consignados en muchas Pyme. Así como la oportunidad de elevar la capacidad y calidad de la producción industrial nacional.
P.D.: pensamientos que se desprenden de leer el libro Lo pequeño es hermoso, de E. F. Schumacher.