Por LUIS CARLOS VILLEGAS E.
Los monarcas empezaban su año de reinado con la promesa al pueblo de que sería un “annus mirabilis”, o período de maravillas. Era un mensaje de esperanza, de confianza en el buen manejo del gobierno y de conexión con los súbditos. En Colombia tendríamos que manejar ese mensaje con respecto a variados asuntos que pueden ser positivos si son bien manejados o terribles si se manejan mal y se dejan juntar.
En política exterior, podríamos ejercer nuestro primer tiempo de retiro de la jurisdicción multilateral declarando no aplicable cualquier nueva decisión procesal o de fondo que surja de la Corte de La Haya sobre el pleito montado por Nicaragua contra nuestro territorio insular y marítimo en el mar Caribe. También podríamos en este 2020 ignorar a Maduro y su régimen; aumentar la exposición multilateral del problema migratorio y su financiación; blindar la frontera para que el Eln y ahora tal vez Márquez y Santrich, no se cuelen a nuestro territorio para extorsionar, secuestrar y atentar, amén de su inflitración en protestas y marchas violentas. También podríamos retomar la agenda de colaboración con Cuba, país autoritario sin duda, pero con una capacidades de hacer bien como lo demostró en la negociación de paz desde 2010, pero también de hacer mal con su aparato de inteligencia y su tenaza en Venezuela: ¡mal enemigo, Cuba! Y podríamos ejercer el liderazgo regional ante la ausencia forzada de Argentina y la voluntaria de Brasil, México y Chile, sin acatar a ciegas los lineamientos de EE. UU., gigante en proceso electoral y de juicio político a su presidente, lo cual lo vuelve impredecible y por ende peligroso.
El 2020 puede ser también un año para la concertación interna. Hablar con las regiones sobre sus competencias, presupuestos y prioridades; hablar con los protagonistas sectoriales todos, no solo con los gremios; hablar con los que protestan, jóvenes y clase media, sobre sus miedos, sobre una mejor repartición del crecimiento, sobre más y mejor educación, mejor medio ambiente, menos corrupción, más participación política a través de redes y nuevos sistemas y asambleas de deliberación colectiva; hablar de política con los partidos, en vez de hablar de política con los empresarios y de economía con los políticos. Acuerdos para crecer y para exportar. Acuerdos para generar empleos formales de buen salario. Acuerdos para explotar racionalmente los recursos naturales de energía y minería.
Podría ser el año de recuperación de favorabilidad de las Fuerzas Armadas. El año en que el gobierno y la nación las acompañen, y sus comandantes las lideren con transparencia y eficacia. Podría ser el año en que se llenen las vacantes de la Corte Suprema y se elija un óptimo fiscal general. El año en que la JEP avance en verdad y consolidación judicial de la paz. El tiempo en que se acelere al máximo la implementación de los acuerdos de paz.
Pero podría no ser. Que termine 2020 solo en que regresaron después de cumplir sus condenas los grandes jefes paramilitares y se consolidaron las disidencias. Que ninguna de las cosas que deberíamos haber hecho se hizo. Eso dependerá del talante del gobierno, de la actitud de los ciudadanos y de la responsabilidad de los líderes institucionales. (Colprensa).