El año termina y surge la acostumbrada necesidad de efectuar balances y evaluaciones sobre lo hecho y lo por hacer. Sin embargo, más que evaluar actividades en concreto, tarea que deben asumir los analistas y de alguna manera los representantes de los distintos sectores de la sociedad, se hace necesario un análisis global de la manera como los lideres políticos a nivel nacional, departamental y municipal, han asumido su liderazgo, con el fin de precisar si su comportamiento se asimila al de estadista o al de un gestor más o menos acertado en el manejo de la cosa pública.
Como se ha descrito en esta misma columna, históricamente el estadista se caracteriza por dirigir la sociedad con visión de futuro, asumiendo retos y riesgos inmediatos, con la confianza de que finalmente obtendrá logros capaces de introducir importantes cambios en la conducta de los asociados. El estadista aglutina, une, hace que los actores sociales concurran hacia el logro de los fines de convivencia.
El administrador es un gestor, es una persona que de manera más o menos acertada, logra diseñar programas de ejecución inmediata, busca obtener logros inmediatos sin perspectivas a largo plazo. Si actúa de buena fe, pretenderá aglutinar los distintos actores sociales a través de medidas y ejecuciones que considera convenientes, por lo menos para el presente y el futuro inmediato. Si actúa de mala fe, en lugar de asociar, buscará dividir, hará lo posible para generar conflictos entre clases, buscará crear espacios de disociación, de separación, de contradicción. No gobierna a través de consensos, sino mediante caprichosas y autoritarias medidas de división y contradicción. Esta última clase de administrador es lo peor que pueda sucederle a la sociedad, pues su intervención, en lugar aglutinar y unir, divide, genera separación, aislamientos, confrontación y otras formas de encuentros violentos.
Al terminar el año 2021 y llegar al alba del 2022, corresponde a cada ciudadano, a cada grupo social, a cada sector, evaluar cuál ha sido el comportamiento de sus gobernantes. Quiénes desarrollaron su labor con la orientación y el talante del estadista. Cuáles actuaron como simples administradores, cumplidores de su deber, pero en general sin planteamientos sustanciales para el futuro de su grupo social. Así mismo, es menester evaluar, quiénes, al desempeñarse como gobernantes, lo hicieron de mala fe, valiéndose de mentiras y de verdades a medias, que se expanden por redes y otros medios, con el fin de crear separación, divisiones y confrontaciones. Un momento de reflexión permitirá enriquecedoras conclusiones.
No cabe duda que con mesura y discreción, sin mensajes falsos, sin vociferar por redes, el Presidente Duque ha dado muestras de cómo se actúa cuando se tiene talante de estadista. Comparando, por ejemplo, los planteamientos y resultados del Gobierno Nacional, con las formas utilizadas por ciertos alcaldes, se concluye que algunos mandatarios locales vienen actuando como simples portadores de mensajes mal intencionados y mentirosos, difundidos con la intención de generar discordia y favorecer sus ambiciones personales