“Está aplicando la misma estrategia que ganó en casos icónicos como Estados Unidos. La de detonar el miedo y el odio. Acentuar las diferencias”. Explicaba la profesora de ética y política pública mientras ajustaba su micrófono... Las palabras que el alcalde usa cuando sale en cámaras, sus redes sociales, están planeadas y bien orquestadas.
Buscan, como explicaba ella, generar un sentimiento de distanciamiento respecto al interés colectivo, el bien común. A su vez, dar lugar al inconformismo infundado (porque no es necesariamente real). Después de esto, pretende que las personas pierdan interés en la discusión haciendo apariciones que nada tienen que ver con el problema real. Con este método simple, se busca dejar en las personas una recordación de insatisfacción y de que nada sirve o funciona.
Sabia y haciendo uso de atributos de profesora, abrió pregunta: “¿alguno de sus familiares ya se ha dejado contagiar de una insatisfacción que antes no tenía?, ¿súbitamente participa en conversaciones políticas?”. Responde que si ese es el caso, la estrategia comunicacional usada estaba teniendo efecto y ya es víctima del engaño: “una manipulación política y una transformación de la verdad, que en últimas, es una mentira”.
Puso como ejemplo su madre. Señora adulta con una formación escolar, educó tres hijos en universidades públicas, ella “la rockstar”, con título doctoral en el Reino Unido. Como explicaba, su mamá no se perdía los noticieros televisivos de la noche, escuchaba atenta al mandatario, dejándose contagiar de la emoción de las palabras, sin diferenciar argumentos técnicos de no técnicos, así como realidades de ficción. Explicó que ese público, como su madre y muchos jóvenes sin formación profunda, son el objetivo de esas campañas mediáticas.
“Es muy hábil con su discurso. Tiene una narrativa organizada con la que busca convencer a los que no tienen la educación necesaria para defenderse”. Se disculpaba mientras exponía porque sabía que decir eso era clasista. Decía: “nadie debe valerse del nivel educativo de las personas para ganar su convicción”. Sin embargo, es el método más efectivo implementado en escenarios políticos los últimos 10 años, ha erosionando el tejido social hasta ahora construido. Dejó algunos ejemplos claros de expresidentes o exvicepresidentes de Colombia que han decidido tomar partido. También dejó en evidencia que el interés de esos individuos es para ganar participación política en una región en la que nunca lograron sus cuotas.
Con gafas medio puestas en la nariz, y con contundencia académica terminó explicando que la mejor manera de combatir escenarios como el de la actual administración local requiere tres agrandes acciones colectivas, enfatizó –“¡todos juntos!”–: (i) primero y más importante, no caer en la apatía, combatirla, hacerse partícipe y estar dispuesto enfrentar discusiones; (ii) luego, desmentir con argumentos contundentes las mentiras que se publiquen, sin apasionamientos; (iii) finalmente, no caer en la trampa del discurso que confunde, citó a Karl Popper: “los que nos prometen el paraíso en la Tierra nunca trajeron más que infierno”.
Cerró la lista diciendo que en algún momento de la campaña electoral se valió de argumentos como el de garantizar que las fuerzas públicas nunca entrarían a la universidad. Poco tiempo después, el Esmad entró y con eso, acabó con las ilusiones que muchos otros ciudadanos tuvieron, pero que hoy buscan un punto de quiebre.
A pesar de ser profesores y estudiantes de las universidades públicas más conocidas de Medellín, todos tenían cara de pez. Cada uno en su pecera. Una cuadrícula que simulaba alojarlos en recipientes de agua que no resisten la tentación de golpearse con nudillos para saludar al otro lado. Un encuentro virtual en una plataforma de las más comunes que agregó a más de 120 personas unidas en el mismo argumento. Cuidar la ciudad.