Y qué tal si, en adelante, se deja de lado la idea de medir el avance nacional en términos de PIB (Producto Interno Bruto) o PIB per cápita. Qué tal si se olvida del GIDI, que puede arrojar resultados espurios al no considerar el crecimiento de la riqueza. Qué tal si ya no es la frontera económica de la pobreza en función de un nivel de ingresos, que miopemente omite la habilidad que se tiene para, con esos ingresos, resolver necesidades básicas.
Qué tal si, en adelante, a todos los administradores de municipios, grandes ciudades y departamentos, y yendo más lejos aún, del país, se les exige métricas claras de avance en dimensiones tangibles que apunten a soluciones sostenibles (duraderas en el tiempo), accesibles (ajustables a la realidad económica...